LA CUEVA DEL LOBO MARINO
Hace unos años, navegando por la costa, me sorprendió un levante, de forma inesperada mi génova se hinchó de tal manera que el barco empezó a cabecear de manera brutal, la proa se hundía y se levantaba al son de las olas. Me refugié en un pequeño puerto, no recuerdo el nombre, pero si recuerdo lo que sucedió.
Era de noche cuando entré en la pequeña taberna del puerto. No había luz, mejor dicho. la única luz la proporcionaba un pequeño candíl, una luz tan tenue que apenas permitía vislumbrar el interior del local. La taberna era pequeña, tanto que sólo había tres mesas. Me senté en la única que estaba libre.
En una de las mesas había dos hombres ya mayores, con arrugas en la cara, un rostro ennegrecido por ese color que proporciona el sol y la brisa de la mar. En la otra mesa había un hombre con unas gafas de cristal negro, tanto que no permitían ver sus ojos.
Uno de los hombres le dijo al otro, mirando de reojo al pescador de gafas oscuras.
- Seguro que hoy también ha ido a la Cueva.
Cuando los tres hombres se marcharon el camarero, un hombre mayor, me invitó a un vaso de ron y me contó la historia de la Cueva del Lobo Marino.
Dice así:
Era la joven más hermosa de la zona, todo el mundo la admiraba…y la deseaba. Decían que era tan bella como la luna llena en una noche de verano, tan linda como una flor en primavera, tan ágil en la mar como el salto de un delfín. Su cabello era negro, brillante, tan resplandeciente, tanto, que cuando salía del agua hacía daño en los ojos si te fijabas en él, era como pretender mirar directamente al sol. Sus piernas eran largas y estilizadas, su piel era tersa, limpia y suave como las olas que duermen plácidamente en la arena de la playa. Su piel olía a mar, a Mediterráneo, su aroma era tan especial que si cerrabas los ojos podías sentir su presencia.
Cuando llegaba el verano todas las noches se bañaba desnuda cerca de un acantilado, un acantilado recóndito, cerca de una cueva. Los lugareños la llamaban “La Cueva del Lobo Marino”.
En el pueblo, un joven pescador, estaba apasionadamente enamorado de ella, la admiraba. Cuando se cruzaba con ella por la calle se quedaba embobado oliendo su aroma. Una vez incluso pensó en comprar un pequeño bote de cristal e intentar atrapar ese perfume, guardarlo y por la noche, en la soledad de su cama, abrirlo para, de esta manera, sentir su presencia. Le hubiera gustado decirle tantas cosas, le hubiera gustado decirle “te amo con locura”. El deseaba con toda su alma sentirse amado pero sabía que eso era imposible. La bella joven jamás le dedicó una mísera palabra.
Una noche de verano, como tantas otras veces, ella se estaba bañando cerca de la cueva. El joven enamorado había conseguido seguirla sin que se diera cuenta. Se sentó cerca del acantilado. Desde arriba podía oler su aroma, su piel, podía oír como su cuerpo se hundía en el agua, podía oírla respirar pero no podía verla.
De repente, se levantó un fuerte viento, el levante empezó a soplar, el mar se embraveció…todo fue muy rápido. Una ola empujó a la joven contra las rocas, gritó, el oía como se golpeaba sin cesar contra las paredes cortantes del acantilado, ella seguía gritando…pero él no la veía, aún así se tiró a rescatarla. La noche era oscura, el viento rugía, parecía que el infierno había bajado a la tierra. El se guió por sus gritos, al final llegó donde ella…estaba rota, parecía una pequeña muñeca destrozada. Con esfuerzo consiguió llevarla hasta el interior de la cueva. El había estado alguna vez con su padre y sabía que en su interior había una pequeña playa.
La posó con cuidado sobre la arena, dulcemente, para que no terminara de romperse. Se quitó su ropa y con delicadeza, como si fuera un frágil cristal, la tapó. Mientras, esperó a que el temporal amainara.
Cuando la mar se calmó, salió de la cueva y nadando, guiándose por el acantilado llegó hasta el pueblo. Contó lo ocurrido y con una barca fueron a buscar a la hermosa joven, pero no encontraron a la bella mujer, encontraron un cuerpo con la cara destrozada, con las piernas quebradas…de ella sólo quedaba su aroma.
Intentaron curarla, devolverle su belleza, pero fue imposible. El mar que antaño tanto placer le había dado ahora le había robado su hermosura, su lozanía. La primera, y última vez que se miró al espejo se horrorizó. A duras penas andaba y su cara…no se reconocía. Su rostro se componía de piezas desencajadas.
Cuando iba por la calle ya nadie la miraba, nadie la deseaba…excepto el joven pescador. El la seguía amando con locura.
Un día se cruzaron por la calle, ella se acercó… él olió su aroma.
- Hazme un favor, llévame a la Cueva del Lobo Marino – le dijo ella – no soporto seguir viviendo así. Prefiero vivir sola, no quiero ningún cristal ni espejo que me recuerden lo que soy ahora. Odio la lastima y la compasión de la gente.
- para mí, eres igual que antes – dijo él – Antes no podía verte y ahora tampoco.
Ella le cogió la mano y se la pasó por su cara, Sus dedos empezaron a recorrer la frente, la nariz, la boca, los pómulos…
- ¿Qué notas ahora? – le dijo ella
- ¿Qué más da lo que noten mis dedos? – respondió él – Lo importante es lo que nota mi corazón, y mi corazón – siguió diciendo – nota que estas viva, que respiras, que sigues oliendo a mar, que te sigo amando, que no me importa tu cara ni la firmeza de tus piernas. Para mí, que nunca te he visto, sigues siendo la misma joven hermosa que se bañaba en el acantilado.
El joven pescador ciego, se quitó las gafas oscuras que siempre llevaba y le preguntó:
- y tú ¿qué ves?
- veo unos ojos que ven lo que los demás no saben ver.
Al final accedió a su deseo y la llevó a la Cueva del Lobo Marino. Ella jamás volvió a salir de ese lugar.
Era de noche cuando entré en la pequeña taberna del puerto. No había luz, mejor dicho. la única luz la proporcionaba un pequeño candíl, una luz tan tenue que apenas permitía vislumbrar el interior del local. La taberna era pequeña, tanto que sólo había tres mesas. Me senté en la única que estaba libre.
En una de las mesas había dos hombres ya mayores, con arrugas en la cara, un rostro ennegrecido por ese color que proporciona el sol y la brisa de la mar. En la otra mesa había un hombre con unas gafas de cristal negro, tanto que no permitían ver sus ojos.
Uno de los hombres le dijo al otro, mirando de reojo al pescador de gafas oscuras.
- Seguro que hoy también ha ido a la Cueva.
Cuando los tres hombres se marcharon el camarero, un hombre mayor, me invitó a un vaso de ron y me contó la historia de la Cueva del Lobo Marino.
Dice así:
Era la joven más hermosa de la zona, todo el mundo la admiraba…y la deseaba. Decían que era tan bella como la luna llena en una noche de verano, tan linda como una flor en primavera, tan ágil en la mar como el salto de un delfín. Su cabello era negro, brillante, tan resplandeciente, tanto, que cuando salía del agua hacía daño en los ojos si te fijabas en él, era como pretender mirar directamente al sol. Sus piernas eran largas y estilizadas, su piel era tersa, limpia y suave como las olas que duermen plácidamente en la arena de la playa. Su piel olía a mar, a Mediterráneo, su aroma era tan especial que si cerrabas los ojos podías sentir su presencia.
Cuando llegaba el verano todas las noches se bañaba desnuda cerca de un acantilado, un acantilado recóndito, cerca de una cueva. Los lugareños la llamaban “La Cueva del Lobo Marino”.
En el pueblo, un joven pescador, estaba apasionadamente enamorado de ella, la admiraba. Cuando se cruzaba con ella por la calle se quedaba embobado oliendo su aroma. Una vez incluso pensó en comprar un pequeño bote de cristal e intentar atrapar ese perfume, guardarlo y por la noche, en la soledad de su cama, abrirlo para, de esta manera, sentir su presencia. Le hubiera gustado decirle tantas cosas, le hubiera gustado decirle “te amo con locura”. El deseaba con toda su alma sentirse amado pero sabía que eso era imposible. La bella joven jamás le dedicó una mísera palabra.
Una noche de verano, como tantas otras veces, ella se estaba bañando cerca de la cueva. El joven enamorado había conseguido seguirla sin que se diera cuenta. Se sentó cerca del acantilado. Desde arriba podía oler su aroma, su piel, podía oír como su cuerpo se hundía en el agua, podía oírla respirar pero no podía verla.
De repente, se levantó un fuerte viento, el levante empezó a soplar, el mar se embraveció…todo fue muy rápido. Una ola empujó a la joven contra las rocas, gritó, el oía como se golpeaba sin cesar contra las paredes cortantes del acantilado, ella seguía gritando…pero él no la veía, aún así se tiró a rescatarla. La noche era oscura, el viento rugía, parecía que el infierno había bajado a la tierra. El se guió por sus gritos, al final llegó donde ella…estaba rota, parecía una pequeña muñeca destrozada. Con esfuerzo consiguió llevarla hasta el interior de la cueva. El había estado alguna vez con su padre y sabía que en su interior había una pequeña playa.
La posó con cuidado sobre la arena, dulcemente, para que no terminara de romperse. Se quitó su ropa y con delicadeza, como si fuera un frágil cristal, la tapó. Mientras, esperó a que el temporal amainara.
Cuando la mar se calmó, salió de la cueva y nadando, guiándose por el acantilado llegó hasta el pueblo. Contó lo ocurrido y con una barca fueron a buscar a la hermosa joven, pero no encontraron a la bella mujer, encontraron un cuerpo con la cara destrozada, con las piernas quebradas…de ella sólo quedaba su aroma.
Intentaron curarla, devolverle su belleza, pero fue imposible. El mar que antaño tanto placer le había dado ahora le había robado su hermosura, su lozanía. La primera, y última vez que se miró al espejo se horrorizó. A duras penas andaba y su cara…no se reconocía. Su rostro se componía de piezas desencajadas.
Cuando iba por la calle ya nadie la miraba, nadie la deseaba…excepto el joven pescador. El la seguía amando con locura.
Un día se cruzaron por la calle, ella se acercó… él olió su aroma.
- Hazme un favor, llévame a la Cueva del Lobo Marino – le dijo ella – no soporto seguir viviendo así. Prefiero vivir sola, no quiero ningún cristal ni espejo que me recuerden lo que soy ahora. Odio la lastima y la compasión de la gente.
- para mí, eres igual que antes – dijo él – Antes no podía verte y ahora tampoco.
Ella le cogió la mano y se la pasó por su cara, Sus dedos empezaron a recorrer la frente, la nariz, la boca, los pómulos…
- ¿Qué notas ahora? – le dijo ella
- ¿Qué más da lo que noten mis dedos? – respondió él – Lo importante es lo que nota mi corazón, y mi corazón – siguió diciendo – nota que estas viva, que respiras, que sigues oliendo a mar, que te sigo amando, que no me importa tu cara ni la firmeza de tus piernas. Para mí, que nunca te he visto, sigues siendo la misma joven hermosa que se bañaba en el acantilado.
El joven pescador ciego, se quitó las gafas oscuras que siempre llevaba y le preguntó:
- y tú ¿qué ves?
- veo unos ojos que ven lo que los demás no saben ver.
Al final accedió a su deseo y la llevó a la Cueva del Lobo Marino. Ella jamás volvió a salir de ese lugar.
24 comentarios:
"veo unos ojos que ven lo que los demás no saben ver."
Precioso. Con esto me has puesto el vello d punta. Cada dia estas leyendas me sorprenden mas.
Encantada d leerte.
besos
Eres increiblemente romantico,me encantan tus historias del mar, amo el mar y tu me das estas leyendas que me enamoran aún más de el... Eres genial escribiendo!! Creo que deberias publicar algo tendrias mucho exito seguro!!!!!
Besikis y que tus historias no se acaben porque me hacen mucho bien!!
SARA:
Muchas gracias por tu comentario y me alegró haber conseguido que te emocionaras, tanto como yo al escribirlo. Cuando escribo el relato veo las imágenes en mi cabeza, veo a los personajes; así es como lo hago y así es como lo siento.
un beso
GISE:
Yo que me crie en un pueblecito de la costa, con el mar como testigo lo amo tanto como tu, así que te entiendo perfectamente. En cuanto a lo de publicar, ya publico en mi blog (jaja), ahora en serio, ya me lo han dicho otros blogers pero no sabría ni por donde empezar.
un beso
Precioso, Precioso, bello.
Asi debe ser siempre,
cuando se ama de verdad
se vé con los ojos del alma.
Ciegos con ojos
y otros que no tienen ojos, ven.
Gracias Guapo ♥
M.
joder, otra que se le han salido la lagrimilla
en fin, historias para pensar que lo importante no es lo que eres, sino quien eres
gracias
besos
me trasladé a cierta epoca donde mi abuela me narraba historias ... seguro que si ella te leyera me haria algun comentario como ella acostumbraba.
Tu que piensas? querer ver los ojos de alguien y ese quien no te puede ver, peude provocarte morir lentamente... morir lentamente de ceguera?....
Xavi, xavi hoy no me siento tan valiente...
WOW!!!!!
El final algo triste pero no podía ser de otra forma.
Un abrazo
Espero que la próxima vez que salgas a navegar me lleves contigo...aunque en esta ocasión he conseguido hacerlo con los ojos cerrados...
Fenomenal relato...
Yo tambien soy una adicta al mar y a sus historias ... lindas palabras :o)
Que bonita leyenda..sabes los ojos del alma son los que menos utilizamos y los que mas satisfacciones nos dan..deberiamos aprender a mirar con el corazon el interior de cada persona ..
Un besito y una estrella.
Mar
Que way criarte creca del mar...que placer, y es verdad publicas en tu blog y realmente se disfruta mucho en el, gracias por tus historias llenas de sal!!!!!!
Besikis con bruma!!!!
Siento muchísima admiración por la capacidad que tienes para dejarnos sin aliento con tus historias!! esta es preciosa! y me recordó a Benito Pérez Galdós en Marianela, cuando dice que los ojos matan, pero en esta ocasión los ojos han servido para darle vida a una preciosa historia de amor!!!
VERBO:
Viniendo de ti me llena de orgullo los calificativos que utilizas para describir mi historia. Muchas gracias también por lo de guapo.
un besazo
GUADA:
Efectivamente, me gusta la frase lo importante no es lo qué eres sino quién eres.
un beso campeona
Igual que Saritisima me quedo con esta frase "veo unos ojos que ven lo que los demas no saben ver" o lo que es lo mismo "mirar con buenos ojos", esto lo hemos oido y dicho muchas veces cuando las cosas se dicen con cariño y amor.
Te has soltado a leyendas y cuentos marinos y romanticones... ummmmmm, creo que se te da muy bien!!!!
JOLIE:
¡UF! yo creo que a veces no queremos ver, o mejor dicho, preferimos cerrar los ojos por miedo a qué nos guste demasiado lo que vemos.
Animo y un fuerte abrazo
EGO:
Efectivamente el final algo triste pero piensa en el lado bueno...dos personas que se aman, cada una con sus "defectos".
un abrazo
JOSÉ MANUEL:
Gracias, me alegro que te haya gustado el relato.
un saludo
LILIAN:
Calificas a la mar como una adicción y te aseguro que lo es. Yo que ahora vivo lejos de ella ni te imaginas ¡cómo la echo de menos!
Ademas tenemos cambio de look en el blog!!!!!!!!!!
Esto es muy significativo, yo diria que tienes mejor animo...
Guapo en mi blog hay un Premio para vos, puedes pasar a retirarlo cuando gustes.
Besikis!!!!!
MAR:
Lo que pasa es que los ojos sólo son un sentido más de los cinco que tenemos; deberíamos tener más presente el sentido del corazón.
un beso
GISE:
Me encanta pasear por mi pueblo y oler el aroma que deja la mar al golpear sobre las rocas.
un beso
NINFA:
Creo que a veces vemos con los ojos cosas o sentimientos que nos pueden dar miedo. Tristemente, en esos casos, preferimos cerrar los ojos.
Yo si que te admiro por tu forma de describir los sentimientos.
ANONIMO:
Veo que ha gustado la frase.
Respecto al cambio de estilo, en absoluto refleja mi estado de ánimo, simplemente ha sido porque me es fácil a la hora de trabajar.
Me alegro que te gusten las historias.
Nos recordó la frase del principito "lo esencial es invisible a los ojos".
Aleteos!
GISE:
Desde el corazón MUCHÍSISMAS GRACIAS.
Un beso
ABEJITAS:
"lo esencial es invisible a los ojos" añadiría yo:
y muchas veces hacemos nosotros hacemos que visible lo hagamos invisible.
besos a las dos
Es enternecedor y qué ciegos caminamos tantas veces los que creemos ver. Toda una lección.
bss.
BAHHIA:
Muchas gracias querida Bahhia. Me gusta el calificativo de "enternecedor".
Un beso querida Bahhia
Precioso relato. Precisamente me ha servido para poner en situación a un grupo de amigos que visitaremos la Cueva del Lobo Marino cerca de Nerja durante el puente de agosto. No sé si es esta cueva en concreto la que te ha inspirado. Y es que este Mediterráneo nuestro es mágico!. Otra aportación más: "The beauty is in the eye of the beholder" (La belleza está en el ojo del que mira).
Nómada
ANONIMO:
Lo siento pero no es la cueva que tu comentas la que me ha inspirado, pero es agradable saber que nuestro querido Mediterráneo está lleno de lugares mágicos.
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