PUBLICO LA 4 Y 5 PARTE SEGUIDAS PARA QUE NADIE SE QUEJE DE QUE OS HAGO ESPERAR. ESPERO QUE OS SORPRENDA.
Apareció ella en el alto del acantilado. Me extrañó, ya que normalmente nos solían avisar con varios días de antelación, de la visita de turistas.
- buenos días, ¿viene a visitar el faro? – pregunté.
- La verdad es que no sabía que se podía visitar- respondió ella – pero ya que estoy aquí no me parece mala idea. En realidad – continuó diciendo – con este Poniente que se ha levantado he intentado buscar un refugio y al ver la isla he pensado que sería un buen lugar donde amarrar el barco. Luego he visto las escaleras y el faro y me he dicho “voy a dar una vuelta”.
No le faltaba razón, soplaba un viento de mil demonios y aunque el sol calentaba la piel, el viento era fuerte.
Me dijo que navegaba sola, era la única manera de que nadie le marcara el rumbo. Al parecer, como me dijo luego, también le gustaba navegar sola por la vida. Hace tiempo que se prometió a ella misma que no volvería a cometer el tremendo error de que ninguna persona le dijera hacia donde dirigir el timón.
Tendría unos treinta años, y a los ojos de un muchacho de dieciocho, era especialmente atractiva. Tenía el pelo corto, ondulado, moreno, una sonrisa que me pareció encantadora. En las mejillas, cada vez que se reía, que era muy a menudo, surgían como por arte de magia unos pequeños hoyuelos, Llevaba una camiseta blanca y de una de las mangas sobresalía un pequeño tatuaje, me dio la impresión que era la cola de una sirena, pero tampoco lo podría asegurar. Sus piernas eran largas, aunque no era excesivamente alta.
Empezamos la visita a la isla por el interior del faro, a la espera de que el viento amainase. La vista desde arriba la impresionó, como a todo el mundo. No pudimos estar mucho rato porque el viento impedía disfrutar con tranquilidad de esa visión mágica que hace que sucumbas al encanto del mar.
Bajamos a la casa y, dadas las condiciones climatológicas tan adversas, le dije que si quería un café. Me respondió que no, que del café sólo le gustaba el olor de cuando está recién hecho; pero sí aceptaba una infusión.
Se sentó en el sofá que normalmente ocupaba mi padre y yo me fui a la cocina. Puse música, concretamente Astrid Gilberto. Dejé todo preparado y volví a la sala. Ella se había levantado y estaba mirando las fotografías que yo tenía pegadas sobre un panel de corcho. Cuando murió mi padre, cambié un poco la decoración, ahora era todo menos informal y desde luego con muchos menos muebles, aunque si conservé los dos butacones.
- ¿tu padre? – preguntó indicándome con el dedo una de las muchas fotos que tenía de él.
- si, hace un año que murió, creo que de pena – maticé yo.
- ¿siempre has vivido en esta isla? – continuó preguntando mientras con el dedo índice jugaba con los caracoles de su pelo.
-
- a mi padre le destinaron a este lugar de farero y sí, siempre he vivido en esta isla.
Oí el ruido de la cafetera. Fui a la cocina y volví con su infusión y mi taza de café.
Estuvimos un rato en silencio, sólo se oía la música del Cd y el viento que soplaba fuera de la casa. Al final una pregunta suya interrumpió nuestros respectivos pensamientos.
- entonces ¿nunca has salido de la isla? – me preguntó extrañada.
- cuando iba al instituto me quedaba toda la semana en el internado y luego volvía los viernes. Me quedaba todo el fin de semana y los domingos regresaba. Ahora – continué explicándole – sino hubiera muerto mi padre estaría en la ciudad estudiando una carrera. Pero no me arrepiento, aquí estoy bien. Sin embargo a veces la soledad me pesa un poco, cuando eso ocurre cojo la barca y voy al pueblo. Es una opción ¿tu también viajas sola? – pregunté yo – y eso también es una opción.
Continuamos charlando de su vida y de mi vida. Desde luego la suya mucho más intensa que la mía. La conversación se fue animando, yo le conté anécdotas del internado, de la isla, de turistas venidos de países lejanos que sacan fotos a todo, turistas que parecen que sustituyen sus ojos y su memoria por cámaras de vídeo y de foto. Ella me contó sus peripecias en la mar, anécdotas curiosas. A mi me hacía gracia porque cuando yo hablaba su dedo no podía parar de enrollarse con su pelo.
- ¿sabes qué me apetecería ahora? – me preguntó – un vasito de vino rosado.
- ¡um! creo que guardo alguna botella, voy a mirar – respondí yo.
Volví a la sala, ya no estaba sentada en el sofá, mejor dicho seguía sentada, pero encima de sus piernas, acurrucada. Le ofrecí su copa y me dijo:
- brindemos por algo.
- por la libertad – respondí yo.
Seguimos bebiendo. La conversación se fue relajando, esos pequeños hoyuelos cada vez se hacían más presentes.
- pero hay una cosa que no tengo clara – me dijo ella – tienes dieciocho años, desde pequeño que vives aquí, casi nunca has salido de la isla, entonces ¿has estado con una mujer alguna vez?
Me lo preguntó con tanta naturalidad, con tal desparpajo que cualquiera que la hubiera oído pensaría que éramos amigos de toda la vida. Hizo esa pregunta tan personal como quién pregunta dónde está el baño. Me quedé perplejo, noté que los colores y calores de mi cara se amontonaban unos encima de otros…y, lo peor, es que ella se dio cuenta.
Se empezó a reir.
- ¡nunca has estado con una mujer! no me lo puedo creer – exclamó riéndose.
Me levanté del sillón, entre ofendido y avergonzado.
- te equivocas – la increpé - sí he estado con una mujer, pero la verdad – le dije mientras mi mirada se iba escapando hacia el suelo – es que sólo he estado con una y encima le pagué – mientras le respondía noté como voz iba bajando de tono, hasta llegar a ser casi imperceptible.
- ¡sólo has follado con una mujer y encima puta! – empezó de nuevo a reírse. Pero ahora esa risa me hacía daño. Esos pequeños hoyuelos que antes me gustaban se transformaron, a mis ojos, en auténticas trincheras de guerra.
Me sentí humillado. Tenía razón, había pagado por estar con una mujer y he de reconocer que me avergonzaba. Pero en esos momentos, cuando lo hice, quería saber que se sentía al rozar la piel de una mujer desnuda. A mi favor he de decir que me la pagaron mis amigos cuando cumplí los dieciocho años. Aunque eso no me exime de culpa.
Su risa cesó al darse cuenta que me estaba haciendo sufrir innecesariamente. Ahora la que se sentía incomoda era ella. Se levantó y vino hacia mí.
- lo siento, no pretendía herirte. Simplemente que me ha sorprendido tu respuesta.
La tenía exactamente delante de mí. Con sus manos cogió mi cabeza y la apoyó sobre sus hombros. Mi cara rozaba su cuello. Me separé de ella, lo suficiente para decirle que no sentí nada, que lo único que recuerdo con exactitud de ese día es el vació que provocó en mí.
Me cogió de la mano, salimos a la calle, el Poniente seguía soplando y el sol continuaba calentando la tierra de mi isla, me llevó a una de las paredes del faro que daba al mar.
Con suma ternura me despojó de mi camiseta. Mi espalda desnuda estaba pegada a la pared del faro, el sol me daba en la cara, con lo cual apenas podía abrir los ojos. Ella fue deslizando su lengua por mi frente, de un lado a otro, luego se deslizo sobre mis párpados cerrados, como una gota de agua resbalando sobre un pequeño montículo. Se dejó caer, por el vértice de mi nariz, para al final resbalar hacia mi boca. Su lengua bordeó mis labios, despacio, lentamente, yo intentaba con mi lengua encontrar su lengua, y cada vez que estaba apunto de rozarla ella la apartaba hábilmente.
- espera – me dijo suavemente, mientras con su mano tapaba mi boca.
Dejó su mano en mis labios y sí, me permitió lamer su palma, mientras ella iba desplazándose hacia mi pecho, zigzagueando como una serpiente de un lado al otro. Su lengua tenía una habilidad especial para moverse lentamente, tapando cada poro de mi piel.
Mientras mi lengua lamía ávidamente la palma de su mano. Mis dedos acariciaban su pelo negro, jugaban a enredarse en él, al tiempo que ella se agachaba.
Quitó su mano de mi boca, y fue resbalando, limpiando el surco que había dejado su lengua, hasta llegar a mis pantalones. Desabrochó un botón tras otro…lentamente, con una parsimonia, tranquilidad. En cambió, a mi esa quietud, no hacía más que acrecentar mis deseos de poseerla.
Hicimos el amor.
Exhaustos, desnudos, con el viento secando nuestro sudor, me dijo:
- “-------------------------------------------------------------------”
Yo le respondí:
- “----------------------------------------------------------------------“
Ahora dejo plena libertad para que cada una de las personas que lea esta historia la termine como mejor le plazca.
Espero que hayáis disfrutado tanto leyéndola como yo escribiéndola.
- buenos días, ¿viene a visitar el faro? – pregunté.
- La verdad es que no sabía que se podía visitar- respondió ella – pero ya que estoy aquí no me parece mala idea. En realidad – continuó diciendo – con este Poniente que se ha levantado he intentado buscar un refugio y al ver la isla he pensado que sería un buen lugar donde amarrar el barco. Luego he visto las escaleras y el faro y me he dicho “voy a dar una vuelta”.
No le faltaba razón, soplaba un viento de mil demonios y aunque el sol calentaba la piel, el viento era fuerte.
Me dijo que navegaba sola, era la única manera de que nadie le marcara el rumbo. Al parecer, como me dijo luego, también le gustaba navegar sola por la vida. Hace tiempo que se prometió a ella misma que no volvería a cometer el tremendo error de que ninguna persona le dijera hacia donde dirigir el timón.
Tendría unos treinta años, y a los ojos de un muchacho de dieciocho, era especialmente atractiva. Tenía el pelo corto, ondulado, moreno, una sonrisa que me pareció encantadora. En las mejillas, cada vez que se reía, que era muy a menudo, surgían como por arte de magia unos pequeños hoyuelos, Llevaba una camiseta blanca y de una de las mangas sobresalía un pequeño tatuaje, me dio la impresión que era la cola de una sirena, pero tampoco lo podría asegurar. Sus piernas eran largas, aunque no era excesivamente alta.
Empezamos la visita a la isla por el interior del faro, a la espera de que el viento amainase. La vista desde arriba la impresionó, como a todo el mundo. No pudimos estar mucho rato porque el viento impedía disfrutar con tranquilidad de esa visión mágica que hace que sucumbas al encanto del mar.
Bajamos a la casa y, dadas las condiciones climatológicas tan adversas, le dije que si quería un café. Me respondió que no, que del café sólo le gustaba el olor de cuando está recién hecho; pero sí aceptaba una infusión.
Se sentó en el sofá que normalmente ocupaba mi padre y yo me fui a la cocina. Puse música, concretamente Astrid Gilberto. Dejé todo preparado y volví a la sala. Ella se había levantado y estaba mirando las fotografías que yo tenía pegadas sobre un panel de corcho. Cuando murió mi padre, cambié un poco la decoración, ahora era todo menos informal y desde luego con muchos menos muebles, aunque si conservé los dos butacones.
- ¿tu padre? – preguntó indicándome con el dedo una de las muchas fotos que tenía de él.
- si, hace un año que murió, creo que de pena – maticé yo.
- ¿siempre has vivido en esta isla? – continuó preguntando mientras con el dedo índice jugaba con los caracoles de su pelo.
-
- a mi padre le destinaron a este lugar de farero y sí, siempre he vivido en esta isla.
Oí el ruido de la cafetera. Fui a la cocina y volví con su infusión y mi taza de café.
Estuvimos un rato en silencio, sólo se oía la música del Cd y el viento que soplaba fuera de la casa. Al final una pregunta suya interrumpió nuestros respectivos pensamientos.
- entonces ¿nunca has salido de la isla? – me preguntó extrañada.
- cuando iba al instituto me quedaba toda la semana en el internado y luego volvía los viernes. Me quedaba todo el fin de semana y los domingos regresaba. Ahora – continué explicándole – sino hubiera muerto mi padre estaría en la ciudad estudiando una carrera. Pero no me arrepiento, aquí estoy bien. Sin embargo a veces la soledad me pesa un poco, cuando eso ocurre cojo la barca y voy al pueblo. Es una opción ¿tu también viajas sola? – pregunté yo – y eso también es una opción.
Continuamos charlando de su vida y de mi vida. Desde luego la suya mucho más intensa que la mía. La conversación se fue animando, yo le conté anécdotas del internado, de la isla, de turistas venidos de países lejanos que sacan fotos a todo, turistas que parecen que sustituyen sus ojos y su memoria por cámaras de vídeo y de foto. Ella me contó sus peripecias en la mar, anécdotas curiosas. A mi me hacía gracia porque cuando yo hablaba su dedo no podía parar de enrollarse con su pelo.
- ¿sabes qué me apetecería ahora? – me preguntó – un vasito de vino rosado.
- ¡um! creo que guardo alguna botella, voy a mirar – respondí yo.
Volví a la sala, ya no estaba sentada en el sofá, mejor dicho seguía sentada, pero encima de sus piernas, acurrucada. Le ofrecí su copa y me dijo:
- brindemos por algo.
- por la libertad – respondí yo.
Seguimos bebiendo. La conversación se fue relajando, esos pequeños hoyuelos cada vez se hacían más presentes.
- pero hay una cosa que no tengo clara – me dijo ella – tienes dieciocho años, desde pequeño que vives aquí, casi nunca has salido de la isla, entonces ¿has estado con una mujer alguna vez?
Me lo preguntó con tanta naturalidad, con tal desparpajo que cualquiera que la hubiera oído pensaría que éramos amigos de toda la vida. Hizo esa pregunta tan personal como quién pregunta dónde está el baño. Me quedé perplejo, noté que los colores y calores de mi cara se amontonaban unos encima de otros…y, lo peor, es que ella se dio cuenta.
Se empezó a reir.
- ¡nunca has estado con una mujer! no me lo puedo creer – exclamó riéndose.
Me levanté del sillón, entre ofendido y avergonzado.
- te equivocas – la increpé - sí he estado con una mujer, pero la verdad – le dije mientras mi mirada se iba escapando hacia el suelo – es que sólo he estado con una y encima le pagué – mientras le respondía noté como voz iba bajando de tono, hasta llegar a ser casi imperceptible.
- ¡sólo has follado con una mujer y encima puta! – empezó de nuevo a reírse. Pero ahora esa risa me hacía daño. Esos pequeños hoyuelos que antes me gustaban se transformaron, a mis ojos, en auténticas trincheras de guerra.
Me sentí humillado. Tenía razón, había pagado por estar con una mujer y he de reconocer que me avergonzaba. Pero en esos momentos, cuando lo hice, quería saber que se sentía al rozar la piel de una mujer desnuda. A mi favor he de decir que me la pagaron mis amigos cuando cumplí los dieciocho años. Aunque eso no me exime de culpa.
Su risa cesó al darse cuenta que me estaba haciendo sufrir innecesariamente. Ahora la que se sentía incomoda era ella. Se levantó y vino hacia mí.
- lo siento, no pretendía herirte. Simplemente que me ha sorprendido tu respuesta.
La tenía exactamente delante de mí. Con sus manos cogió mi cabeza y la apoyó sobre sus hombros. Mi cara rozaba su cuello. Me separé de ella, lo suficiente para decirle que no sentí nada, que lo único que recuerdo con exactitud de ese día es el vació que provocó en mí.
Me cogió de la mano, salimos a la calle, el Poniente seguía soplando y el sol continuaba calentando la tierra de mi isla, me llevó a una de las paredes del faro que daba al mar.
Con suma ternura me despojó de mi camiseta. Mi espalda desnuda estaba pegada a la pared del faro, el sol me daba en la cara, con lo cual apenas podía abrir los ojos. Ella fue deslizando su lengua por mi frente, de un lado a otro, luego se deslizo sobre mis párpados cerrados, como una gota de agua resbalando sobre un pequeño montículo. Se dejó caer, por el vértice de mi nariz, para al final resbalar hacia mi boca. Su lengua bordeó mis labios, despacio, lentamente, yo intentaba con mi lengua encontrar su lengua, y cada vez que estaba apunto de rozarla ella la apartaba hábilmente.
- espera – me dijo suavemente, mientras con su mano tapaba mi boca.
Dejó su mano en mis labios y sí, me permitió lamer su palma, mientras ella iba desplazándose hacia mi pecho, zigzagueando como una serpiente de un lado al otro. Su lengua tenía una habilidad especial para moverse lentamente, tapando cada poro de mi piel.
Mientras mi lengua lamía ávidamente la palma de su mano. Mis dedos acariciaban su pelo negro, jugaban a enredarse en él, al tiempo que ella se agachaba.
Quitó su mano de mi boca, y fue resbalando, limpiando el surco que había dejado su lengua, hasta llegar a mis pantalones. Desabrochó un botón tras otro…lentamente, con una parsimonia, tranquilidad. En cambió, a mi esa quietud, no hacía más que acrecentar mis deseos de poseerla.
Hicimos el amor.
Exhaustos, desnudos, con el viento secando nuestro sudor, me dijo:
- “-------------------------------------------------------------------”
Yo le respondí:
- “----------------------------------------------------------------------“
Ahora dejo plena libertad para que cada una de las personas que lea esta historia la termine como mejor le plazca.
Espero que hayáis disfrutado tanto leyéndola como yo escribiéndola.
17 comentarios:
Ella: -Ha sido maravilloso, me has hecho ver la "luz"
Él: Es lógico, estamos en un faro. Son 200 euros...
:-)
-----------------------------
Gracias por traernos relatos tan fantásticos a casa..
Saludos.
estoy impresionada.... sin palabras, literalmente me he quedado con la boca abierta, y con una sensación de.... no sabria explicar
tienes magia en los dedos, conservala
un beso muy grande
JOSÉ MANUEL:
No te conozco de casí nada, de hecho cuando llegué a tu blog, estaba a punto de cerrarse. Sólo lamento que el año pasado, en junio, estuve en Sevilla y aún no te conocía.
Ahora con tu permiso déjame decirte una cosa:
¡TE QUIERO UN MONTÒN CAPULLO!
GUADA:
Te puedo pedir un favor, haz un pequeño esfuerzo y dime con qué sensación te has quedado.
Respecto a lo de que tengo magia en los dedos, eso, que lo sepas, me lo dicen todas.
Ahora en srio, muchas gracias y un beso.
ella: dentro de un tiempo estaré del otro lado del espejo esperandote con brazos abiertos .. con brazos fuertes, inmoviles como de estatua, sosteniendo en la mano un letrero: Itaca
estaras ahi?
el:Llegare de nuevo a Itaca después de este tiempo largo arrollando a los enemigos te besaré se apagarán las luces se iran las ropas todo volverá a la normalidad sin huir
no me importan las demas mujeres... solo tu
JOLIE:
Realmente precioso. Estoy convencido que el joven farero algún día también llegará a su Itaca. Me ha encantado el diálogo.
un beso
ELLA: Gracias por el paseito [guinho picaron]
EL: [con sonrisa complaciente]... cuando se te ofrezca.
:D jajaja - es broma...
No se, podrian ser tantas cosas las que se dicen o dirian, pero son tus personajes y tu los conoces mejor que nadie. La historia es romantica definitivamente. Es el romance del mar, del faro, de la atraccion fuerte entre una mujer madura y un joven ... en fin, felicitaciones por tener tanta imaginacion y por tus escritos.
Tambien sabes describir escenas de amor... la verdad que lo has hecho muy bien, yo diria que has transmitido lo que querias hacernos sentir en ese encuentro.
musu
LILIAN:
Muy bueno lo de "paseito".
Gracias por tu comentario, la verdad es que desde pequeñito,ya me decía mi madre "parece que vives en otro mundo" y quizás tuviera razón. Vivo en un mundo, en mi imaginación, que me permite ser lo que quiera y eso es una suerte.
De nuevo gracias.
ANONIMO:
Describir la escena de amor es lo que más me costó, de hecho ya ves que la dejo sin terminar. No quería caer en lo soez y me era difícil encontrar las palabras adecuadas. Sinceramente nunca ninguna escena me había planteado tantos "problemas" para describirla.
Me alegro que te haya gustado el relato.
Ella: Tienes un gran sentido del ritmo, me has hecho sentir parte de el.
Él: Cuando te marches siempre podrás mirar hacia atrás y ver la luz del faro. Ahí estaré yo.
Y en silencio ella se marchó.
A este ritmo vas a necesitar un manager, así que cuenta con nosotras para ello :-)))
Aleteos!
BAHHIA:
¿realmente piensas que ella será capaz de marcharse sola?
un beso
ABEJITAS:
Vosotras reiros pero ya veréis como algún día, cuando sea famoso, me pediréis que os firme un libro el dia de Sant Jordi :-)))))))
dos besos y dos rosas
Xavi, eres un tramposooooooooooo, jajajjajajajajjajaja
BAHHIA:
tramposo yo ¿por qué?
Me encantan tus historias, son increiblemente atrapantes, además con final abierto... eso da para mucho. Llamame romantica pero juraría que siguen juntos su viaje en barco hasta cualquier puerto, hasta su puerto. Pero juntos...
Sabes ayer vi una fotografía de un faro y recorde tu relato, pero seguramente no era tan lindo como el de tu isla.
Besikis y porfa sigue regalandonos tan buenos relatos que quiero seguir soñando!!!!!
jajaja a ver que le sueltas ahora a la otra abejita
Ella: creo que tu luz siempre estará conmigo, no quiero irme.
Él: serás la mujer del farero si así lo deseas.
bueno xavi, aqui te lo pongo, he estado muy liada y hasta ahora no he podido
ella: te han dicho alguna vez que tienes magia en los dedos? gracias a ellos el hechizo se rompio
él: hechizo? no se de que hablas
y mientras lo decia ella se fue quitando la camiseta poco a poco y acercándose a la barandilla empezo a cantar en voz queda para acto seguido tirarse al mar y perderse.
el se asomo y con la boca abierta vio como a lo lejos se veia una cola de sirena
ya hablamos guapetón
un beso
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