miércoles, 3 de octubre de 2007


EL TEMPORAL ARRECIA


Llevo varios días atracado, justo cuando iba a pasar el Cap de Creus salió una tramontana que me obligó entrar a puerto. No he perdido el tiempo, he aprovechado para hacer algunas compras, poner un poco de orden en el barco, revisar fotografías, releer cuadernos de bitácoras de otros viajes. También he aprovechado para leer poemas de Benedetti, que como siempre, no deja de sorprenderme.

Ahora estoy en mi pequeño camarote escuchando “Mediterráneo”, es una canción que me trae muchos recuerdo. Es lo que tiene el haber nacido en un pequeño pueblo costero. Recuerdo estar con mi padre, observándole como miraba, con admiración, a los viejos marinos mientras estos contaban historias de la mar, historias de temporales, de cuando iban a la almadraba a pescar bonitos, de naufragios y de épocas en que el pescado no entraba y no tenían nada para vender.
Pero lo mejor de todo, o al menos lo que mas me gustaba, es cuando discutían sobre cual era la mejor zona de pesca, cada cual defendía la suya, aunque estoy seguro que mentían como bellacos para no descubrir cual era realmente la zona buena para echar las redes. Ellos si que eran viejos lobos marinos.

Les veía salir a pescar con sus pequeños botes a remos, alguno, como mi abuelo, no sabia ni nadar pero era el mejor pescando langostas, de hecho se vanagloriaba de que le llamaran el Rey de la Langosta. Recuerdo jugar en su casa con un viejo barco de madera, al tiempo que observaba dos enormes langostas que había disecado. Es curioso, como a medida que te vas haciendo mayor los recuerdos e imágenes que tienes de las personas cambia. En aquella época le admiraba profundamente, ahora no estoy tan seguro. Era tan especial que se murió sin decir cual era la zona donde las pescaba y eso que todo el mundo intentaba seguirle a ver donde las cogía, pero entre otras muchas cosas y no todas buenas, era listo. Dicen que el hambre agudiza el ingenio.

Por cierto esta mañana, mientras daba un pequeño paseo, he visto en la bocana del puerto saltar un delfín. Me ha hecho gracia, he pensado “seguro que es Laieta esperándome para que me haga a la mar y poder guiarme hacia Itaca”. Estoy contento que con todos los marinos que hay buscando su camino me haya elegido a mí para acompañarme, a lo peor es que soy al que ha visto más perdido y por tanto, el que más necesita que le guíen.
Ojalá cuando zarpe de nuevo este allí esperándome. Seguro que sí.