Después del temporal, después de pasar miedo, después de que la adrenalina se esparza por todos tus órganos vitales, después de un buen café, después de una buena ducha con agua muy caliente… mi cuerpo volvió a su estado natural, es decir, a sentirse vivo y con ganas de continuar las andanzas que en esos momentos se encontraban atracadas en el pantalán del puerto de Jávea.
Asomé la cabeza por la cubierta y soplaba un fuerte viento pero al menos había dejado de llover, aunque el cielo seguía encapotado. Observé a mi vecino, el del barco llamado “Ninfa”, sentado en la bañera se su embarcación; aguantando estoicamente las rachas de viento. Sinceramente, al verle tuve la sensación que se encontraba en el interior de una burbuja de cristal, como si nada ni nadie fuera capaz de importunarle en sus pensamientos. De hecho no le dije nada, dicen que a hablar se aprende en dos años pero que aprender a callar se tarda unos sesenta, así que haciendo caso a esta máxima opté por no entrometerme en su silencio.
Era un tipo joven, tendría poco más de treinta años, llevaba barba de varios días, media melena, unos vaqueros, un jersey de cuello alto y mis zapatillas preferidas unas Converse. Su estilo de vestir me recordaba mucho a mí. Ligeramente desaliñado, informal pero… buscando expresamente ese desaliño, aunque lo importante es que la gente no se de cuenta que ha sido provocado. Coincidíamos en dos cosas, en los vaqueros y en las zapatillas. Por lo demás nada de nada, yo llevo el pelo cortado al 1, llevo gafas y desde hace muchos años perilla, tantos que creo que ya forma parte de mi cara.
Al verme asomado en la cubierta me preguntó si tenía algo de café, al parecer se le había terminado durante la travesía. Le di un tarro y me invitó a pasar a su barco.
- me llamo Lucas – me dijo apretándome la mano.
- Xavi – le respondí yo.
Su camarote era algo más grande que el mío, pero esa no era la única diferencia, las pequeñas estanterías estaban repletas de fotografías de una mujer.
Mientras estaba preparando la cafetera pude observarle con más detenimiento tuve la certeza de que ambos teníamos un objetivo común: los dos navegábamos por algún motivo. Estaba seguro que ni él ni yo nos encontrábamos pasando unas agradables vacaciones navegando.
Al girarse debió de ver en mi cara la sorpresa que me producía ver tantas fotos de la misma mujer; sin yo pedirle explicaciones me dijo:
- Se llama Yolanda. Cuando nos separamos me dio mi parte del piso, dejé el trabajo y me propuse cumplir mi sueño…navegar. Pero sabes – continuó diciéndome – hubiera preferido no ver realizado mi sueño a cambio de estar con ella. Ha pasado un año y la sigo recordando casi cada día… y casi cada momento. Ella – continuó diciéndome – se enamoró de otro.
Le dio un sorbo al café, posó la taza, sacó de su bolsillo un papel de fumar y de una pequeña bolsa extrajo unas hojas secas. No hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta que era marihuana.
- ¿te importa? – me preguntó.
- En absoluto, yo hace muchísimos años que ya no fumo. Ahora sólo consumo tabaco, de ese que pone en las cajetillas “Fumar perjudica seriamente su salud”, pero…adelante, además estamos en tu barco.
- Ya ves, el azar es caprichoso – me dijo mientras continuaba liándose el cigarro de “maría” – cambió de trabajo, encima yo la animé para que lo hiciera y allí conoció a otro hombre. ¡cuántas veces me arrepiento de haberla empujado a ese trabajo! La hecho tanto de menos…su forma de mirarme, su forma de abrazarse a mí después de hacer el amor, hecho de menos su piel mojada al salir de la ducha, hecho de menos su olor. En definitiva hecho de menos todo de ella.
Me estuvo hablando pero como si yo no estuviera, como si hablara solo.
- Y tú ¿Qué buscas? o ¿ de qué huyes? – me preguntó.
- No, no huyo de nada. Yo más que huir lo que hago, o intento al menos, es buscar mi lugar en el mundo. Quizás, como en la canción de Silvio lo que intento es encontrar mi unicornio azul. Un destino escondido detrás de un temporal o escondido en un lugar recóndito del mar o en la cara oculta de la luna o quién sabe dónde.
Asomé la cabeza por la cubierta y soplaba un fuerte viento pero al menos había dejado de llover, aunque el cielo seguía encapotado. Observé a mi vecino, el del barco llamado “Ninfa”, sentado en la bañera se su embarcación; aguantando estoicamente las rachas de viento. Sinceramente, al verle tuve la sensación que se encontraba en el interior de una burbuja de cristal, como si nada ni nadie fuera capaz de importunarle en sus pensamientos. De hecho no le dije nada, dicen que a hablar se aprende en dos años pero que aprender a callar se tarda unos sesenta, así que haciendo caso a esta máxima opté por no entrometerme en su silencio.
Era un tipo joven, tendría poco más de treinta años, llevaba barba de varios días, media melena, unos vaqueros, un jersey de cuello alto y mis zapatillas preferidas unas Converse. Su estilo de vestir me recordaba mucho a mí. Ligeramente desaliñado, informal pero… buscando expresamente ese desaliño, aunque lo importante es que la gente no se de cuenta que ha sido provocado. Coincidíamos en dos cosas, en los vaqueros y en las zapatillas. Por lo demás nada de nada, yo llevo el pelo cortado al 1, llevo gafas y desde hace muchos años perilla, tantos que creo que ya forma parte de mi cara.
Al verme asomado en la cubierta me preguntó si tenía algo de café, al parecer se le había terminado durante la travesía. Le di un tarro y me invitó a pasar a su barco.
- me llamo Lucas – me dijo apretándome la mano.
- Xavi – le respondí yo.
Su camarote era algo más grande que el mío, pero esa no era la única diferencia, las pequeñas estanterías estaban repletas de fotografías de una mujer.
Mientras estaba preparando la cafetera pude observarle con más detenimiento tuve la certeza de que ambos teníamos un objetivo común: los dos navegábamos por algún motivo. Estaba seguro que ni él ni yo nos encontrábamos pasando unas agradables vacaciones navegando.
Al girarse debió de ver en mi cara la sorpresa que me producía ver tantas fotos de la misma mujer; sin yo pedirle explicaciones me dijo:
- Se llama Yolanda. Cuando nos separamos me dio mi parte del piso, dejé el trabajo y me propuse cumplir mi sueño…navegar. Pero sabes – continuó diciéndome – hubiera preferido no ver realizado mi sueño a cambio de estar con ella. Ha pasado un año y la sigo recordando casi cada día… y casi cada momento. Ella – continuó diciéndome – se enamoró de otro.
Le dio un sorbo al café, posó la taza, sacó de su bolsillo un papel de fumar y de una pequeña bolsa extrajo unas hojas secas. No hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta que era marihuana.
- ¿te importa? – me preguntó.
- En absoluto, yo hace muchísimos años que ya no fumo. Ahora sólo consumo tabaco, de ese que pone en las cajetillas “Fumar perjudica seriamente su salud”, pero…adelante, además estamos en tu barco.
- Ya ves, el azar es caprichoso – me dijo mientras continuaba liándose el cigarro de “maría” – cambió de trabajo, encima yo la animé para que lo hiciera y allí conoció a otro hombre. ¡cuántas veces me arrepiento de haberla empujado a ese trabajo! La hecho tanto de menos…su forma de mirarme, su forma de abrazarse a mí después de hacer el amor, hecho de menos su piel mojada al salir de la ducha, hecho de menos su olor. En definitiva hecho de menos todo de ella.
Me estuvo hablando pero como si yo no estuviera, como si hablara solo.
- Y tú ¿Qué buscas? o ¿ de qué huyes? – me preguntó.
- No, no huyo de nada. Yo más que huir lo que hago, o intento al menos, es buscar mi lugar en el mundo. Quizás, como en la canción de Silvio lo que intento es encontrar mi unicornio azul. Un destino escondido detrás de un temporal o escondido en un lugar recóndito del mar o en la cara oculta de la luna o quién sabe dónde.
8 comentarios:
como es caprichoso el azar... me haz hecho recordar a alguien con esa imagen dessgarbada, solo que paso lo contrario... el se enamoro de otra y yo me quede flotando en un naufragio que no preevi.
Yo me busco a mí misma.
bss.
Publico novela, si te interesa te agradeceria que leeas.
Gracias por el tiempo!
Supongo que una gran parte de la poblacion alguna vez a estado en esa situacion de naufragio, entre recuerdos, ahogado por el desamor, intentando volver a rehacer su vida, intentando olvidar a quien te hizo daño...
No veo mucha diferencia entre navegar para olvidar y navegar para encontrarse a uno mismo. El fin creo que es el mismo... buscar la paz interior y la fuerza para seguir viviendo.
pues me siento identificada, precioso
un beso
Supongo q todos tenemos un sitio en el mundo e, incluso, en la vida d otras personas; pero q dificil es saber encontrarlo.
Por cierto: cuando la adrenalina se dispersa por todo tu cuerpo no t deja absolutamente baldado??
Vaya que bonito relato, supongo que todos buscamos un lugar en este mundo aunque no lo hagamos navegando, tu tienes suerte de hacerlo, adoro el mar y las noches en alta mar deben de ser inigualables..toda la inmensidad del firmamento a tus pies...
Un besito y una estrella.
Mar
No hace falta decirte que me encanta! lo "Ninfa" entre comillas me ha hecho ilusión, jejeje.
Pobre chico no? vaya casualidad de llamarse Yolanda como la canción, algo más para seguirla recordando con dolor, el destino es así, unas veces juega a favor y otras en contra de nuestro corazón. No sé lo que busca, pero sea lo que sea, deseo con todas mis fuerzas que encuentres ese unicornio azul!! besos!!
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