Me pase parte de la noche preparando el barco, quería zarpar a primera hora. Según el parte metereológico las condiciones serían favorables para la navegación. Al salir por la bocana del puerto he sentido cierta melancolía, de hecho mientras he estado atracado han sucedido tantos hechos, he conocido gente tan importante en mi camino hacia Itaca que sin duda han dejado una pequeña muesca en mi corazón.
Al salir del puerto icé la mayor y me puse a través. Las olas no eran excesivamente fuertes, pero sí lo suficientes como para que el barco pareciera un pequeño balancín. Se elevaba, como si quisiera despegar, para luego hundir la proa en el fondo de la ola. Llevaba el impermeable nuevo que me compré y debajo el jersey de lana de cuello alto. Dicen que la lana es lo mejor que puedes llevar, aunque se moje consigue conservar el calor.
Pero en el mar, como en la vida, los cambios son impredecibles y justo cuando llevaba aproximadamente una hora de navegación el tiempo empezó a cambiar. El cielo se puso negro, como si quisiera comerse el mundo. Los partes no habían previsto esa tormenta. El viento giró de Noroeste de fuerza cuatro a Este de fuerza 7, de hecho llegó a soplar entre 28 y 33 nudos y me daba la preocupante impresión de que el temporal no iba a amainar. Desgraciadamente acerté; la cosa se complicó. Tuve que reducir la superficie de velas, llevaba demasiado trapo para el viento que soplaba, era la única maniobra posible si quería mantener la estabilidad del barco. Me acordé de un consejo que me dio un sabio marino: “ navegar a demasiada velocidad puede resultar peligroso con mucho oleaje”. Hice caso y utilicé una ancla flotante que guardo para momentos así. El consejo surtió efecto.
El agua consiguió engañar a mi “maravilloso” impermeable y entraba, cada vez que un golpe de mar cubría la bañera, por lugares que yo creía herméticos.
Por un momento se me pasó por la cabeza acercarme a la costa, pero se encontraba a sotavento, tuve que desechar esa idea; era sumamente peligroso. Según el GPS, me encontraba a seis millas náuticas del Cabo de San Antonio y al lado se encontraba el puerto marítimo de Jávea. Ese era el punto ideal, tenía que ganar suficiente barlovento para permitirme maniobrar con cierta tranquilidad y cuantas veces fuera necesario.
Cuatro horas después de zarpar, entraba en el puerto de Jávea.
Justo cuando estaba amarrando el barco vi entrar a otro barco por la bocana del puerto.
Al salir del puerto icé la mayor y me puse a través. Las olas no eran excesivamente fuertes, pero sí lo suficientes como para que el barco pareciera un pequeño balancín. Se elevaba, como si quisiera despegar, para luego hundir la proa en el fondo de la ola. Llevaba el impermeable nuevo que me compré y debajo el jersey de lana de cuello alto. Dicen que la lana es lo mejor que puedes llevar, aunque se moje consigue conservar el calor.
Pero en el mar, como en la vida, los cambios son impredecibles y justo cuando llevaba aproximadamente una hora de navegación el tiempo empezó a cambiar. El cielo se puso negro, como si quisiera comerse el mundo. Los partes no habían previsto esa tormenta. El viento giró de Noroeste de fuerza cuatro a Este de fuerza 7, de hecho llegó a soplar entre 28 y 33 nudos y me daba la preocupante impresión de que el temporal no iba a amainar. Desgraciadamente acerté; la cosa se complicó. Tuve que reducir la superficie de velas, llevaba demasiado trapo para el viento que soplaba, era la única maniobra posible si quería mantener la estabilidad del barco. Me acordé de un consejo que me dio un sabio marino: “ navegar a demasiada velocidad puede resultar peligroso con mucho oleaje”. Hice caso y utilicé una ancla flotante que guardo para momentos así. El consejo surtió efecto.
El agua consiguió engañar a mi “maravilloso” impermeable y entraba, cada vez que un golpe de mar cubría la bañera, por lugares que yo creía herméticos.
Por un momento se me pasó por la cabeza acercarme a la costa, pero se encontraba a sotavento, tuve que desechar esa idea; era sumamente peligroso. Según el GPS, me encontraba a seis millas náuticas del Cabo de San Antonio y al lado se encontraba el puerto marítimo de Jávea. Ese era el punto ideal, tenía que ganar suficiente barlovento para permitirme maniobrar con cierta tranquilidad y cuantas veces fuera necesario.
Cuatro horas después de zarpar, entraba en el puerto de Jávea.
Justo cuando estaba amarrando el barco vi entrar a otro barco por la bocana del puerto.
El barco que atracó a mi lado echo las defensas, se quedaron pegadas al pantalán, evitando de esta manera que el casco golpeara con el hormigón. Me fijé en la matrícula del barco, llevaba pintadas las letras “SS”, con lo cual estaba claro que era de San Sebastián, pero lo que más me llamó la atención era el nombre de la embarcación: “NINFA”. Realmente un nombre curioso para un velero, a lo mejor – pensé – tiene una ninfa escondida en el camarote.
Los dos estábamos empapados, pero no era en lo único que coincidíamos, seguramente a él le apetecería tanto como a mí, terminar de atar los aparejos y darnos una ducha de agua bien caliente.
- ¡vaya temporal! – me dijo, mientras se pasaba la mano por la cara, intentando quitarse los restos de agua salada.
- si, la verdad es que la cosa se ha puesto complicada – respondí – menos mal que teníamos el puerto cerca, de lo contrario la cosa se hubiera podido poner peor. De todas maneras, si no te importa – le dije, a riesgo de parecer maleducado – luego continuamos hablando; estoy calado hasta los huesos y me apetece una ducha caliente y ropa seca.
Nos despedimos con un “hasta luego”. Entré en el camarote, estaba aterido de frío, aún así me dio tiempo a preparar una cafetera y a poner un Cd de “Revólver”, hay una canción que me gusta especialmente, se titula “Faro de Lisboa”, como siempre impresionante la letra.
Hubo un momento en que el pequeño camarote era un cúmulo de sensaciones, olores y ruidos. Por un lado, el sonido de la música se confundía con las gotas de agua caliente golpeando mi cuerpo, resbalando por cada poro de mi piel, proporcionándome, igual que la letra de la canción, el calor necesario para seguir dándome cuenta que estoy vivo; por otro lado el aroma del café recién hecho se mezclaba con el olor a sal; el vapor de la cafetera se difuminaba entre el vapor que salía de la ducha. Curiosamente, en ese preciso momento se produjo una mezcolanza de sensaciones agradables.
Los dos estábamos empapados, pero no era en lo único que coincidíamos, seguramente a él le apetecería tanto como a mí, terminar de atar los aparejos y darnos una ducha de agua bien caliente.
- ¡vaya temporal! – me dijo, mientras se pasaba la mano por la cara, intentando quitarse los restos de agua salada.
- si, la verdad es que la cosa se ha puesto complicada – respondí – menos mal que teníamos el puerto cerca, de lo contrario la cosa se hubiera podido poner peor. De todas maneras, si no te importa – le dije, a riesgo de parecer maleducado – luego continuamos hablando; estoy calado hasta los huesos y me apetece una ducha caliente y ropa seca.
Nos despedimos con un “hasta luego”. Entré en el camarote, estaba aterido de frío, aún así me dio tiempo a preparar una cafetera y a poner un Cd de “Revólver”, hay una canción que me gusta especialmente, se titula “Faro de Lisboa”, como siempre impresionante la letra.
Hubo un momento en que el pequeño camarote era un cúmulo de sensaciones, olores y ruidos. Por un lado, el sonido de la música se confundía con las gotas de agua caliente golpeando mi cuerpo, resbalando por cada poro de mi piel, proporcionándome, igual que la letra de la canción, el calor necesario para seguir dándome cuenta que estoy vivo; por otro lado el aroma del café recién hecho se mezclaba con el olor a sal; el vapor de la cafetera se difuminaba entre el vapor que salía de la ducha. Curiosamente, en ese preciso momento se produjo una mezcolanza de sensaciones agradables.
9 comentarios:
Precioso!
Estoy de acuerdo contigo, comienza otra historia más en tu viaje, o tal vez había comenzado ya y habías sido consciente.
Una vez leí, que lo mejor, siempre es dejarse llevar y no luchar contra la corriente.
Me alegro de que te encuentres a salvo ya en tierra.
bss.
Bravoooo!! me has contado historias de tus viajes!! lástima por el temporal, ya sabes que me entro en tus historias, hasta aquí me llegaron los salpicones de las olas enfurecidas!!
Que curioso lo de NINFA, jejeje, espero te hayas acordado de mi XD!
Por suerte estás bien, buena selección musical, mientras esa ducha te revitaliza!! gracias por contar tan maravillosamente tus vivencias, abrazos sinceros!!
las muescas en el corazón nunca saltan a la vista pero sin duda hacen que la travesía siempre se tan distinta que a ciencia cierta pocas veces se sabe cuantas muescas se tienen...
BAHHIA:
Me alegro que te haya gustado. Sòlo queda esperar que nuevos derroteros surgirán.
un abrazo.
NINFA_OCCIDENTAL:
Poner tu nombre en un barco es lo menos que podía hacer por una admiradora de mis relatos.
Como siempre gracias por tus halagos y un abrazo.
JOLIE:
Las muescas del corazón nunca salen a la vista pero ahí están.
un saludo
Este barco tuyo... no se que tiene que le hace a una sentir todo eso que cuentas, para empezar ese camarote tan acogedor siempre invita a un cafe, los aromas, las sensaciones...
Me alegro que vuelvas a sentir todo eso y nos lo cuentes.
Gracias!
Xavi: me alegra un monton verte d nuevo por el puerto. Mucha suerte en tus proximas singladuras!!
Retornar a puerto siempre es un consuelo cuando la mar se embravece. Por cierto, que pequeños somos a su lado....lo mas bello tambien puede acabar contigo...
Preciosa canción.
Te contaremos lo que siginifica para nosotras, o tal vez te lo narraremos de viva voz.
Aleteos y bienvenido a puerto!
ANONIMO:
cuando narro o describo una situación siempre intento conseguir que la persona que lo lea, luego cierre los ojos y viva ese momento. Espero seguir describiendo situaciones que te hagan vivir esos instantes.
SARITISIMA:
Mil gracias a ti por estar siempre ahi.
BOSCO:
Dices "lo más bello también puede acabar contigo" de eso no tengo ningua duda.
ABEJITAS:
Qué casualidad lo de la canción. Por mi trabajo soy curioso por naturaleza así que por favor contadlo.
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