En esta época del año la luz del día desaparece con prontitud y el brillo de la luna menguante empieza a aparecer a través del cielo encapotado. Me encuentro a tres millas de las islas, podría llegar a ellas pero decido fondear y esperar a que amanezca para acercarme a esos islotes. Quiero que me sorprendan.
Me preparo algo para cenar. Después, acompañado de un buen café caliente subo a cubierta a contemplar el mar, la luna y las nubes. Sentado, delante del timón, recuerdo un libro que me marcó, un libro que leí cuando tenía doce años. Es curioso, pero me acuerdo perfectamente de los momentos en que lo estaba leyendo. Era verano y estaba con toda la familia en la playa. Recuerdo que sólo entraba en el agua para refrescarme y volvía a salir para continuar leyendo esa maravillosa historia. La novela en cuestión era “El Corsario Negro” de Emilio Salgari.
Me preparo algo para cenar. Después, acompañado de un buen café caliente subo a cubierta a contemplar el mar, la luna y las nubes. Sentado, delante del timón, recuerdo un libro que me marcó, un libro que leí cuando tenía doce años. Es curioso, pero me acuerdo perfectamente de los momentos en que lo estaba leyendo. Era verano y estaba con toda la familia en la playa. Recuerdo que sólo entraba en el agua para refrescarme y volvía a salir para continuar leyendo esa maravillosa historia. La novela en cuestión era “El Corsario Negro” de Emilio Salgari.
La historia se desarrolla en el Mar Caribe, en una época en que los hombres buenos sabían lo que era la palabra lealtad, honor, amistad y demás valores que hoy en día, desgraciadamente, parecen anticuados. El Corsario Negro era un noble italiano que se dedicaba a la piratería con la única finalidad de vengarse del malvado gobernador de Maracaibo, el mismo que asesinó al Corsario Verde y al Corsario Rojo, ambos hermanos del valiente Corsario Negro. La muerte de sus hermanos no fue la única desgracia que le tenía preparado el destino. El gobernador tenía una hija bellísima y, casualidades del destino, el valiente corsario y ella se enamoraron. El idilio fue breve pero apasionado, de hecho tuvieron una hija Yolanda.
En la cubierta de mi barco, con la brisa del mar golpeando en mi cara, oteando el horizonte, me siento como un filibustero a punto de entrar en la fortaleza, soñando que en el viejo faro que hay en la isla se encuentra, prisionera, una hermosa dama esperando a que la rescate.
Desgraciadamente, ya de más mayor leí “Trafalgar”, otra gran novela de marinos y te das cuenta, que no sólo existen palabras con valores loables sino que también existe muerte, desolación, asesinatos, abordajes, dureza, sables hundiéndose en la piel del contrario, cañones reventando mástiles, maderas que al romperse se convierten en proyectiles clavándose en cuerpos de jóvenes grumetes.
El paso de una novela a otra es como la vida, cuando te haces mayor tus fantasías o sueños se desvanecen, o eso intentan, sin embargo me niego a que eso ocurra. En mi mástil hondea la bandera negra con las dos tibias y la calavera. Quiero que quede claro que mi barco es una nave pirata y aviso a los que se acerquen a hundir mi barco que lucharé hasta el final, que no me rindo, que soy un hombre de honor y no permitiré que ningún gobernador se entrometa en mi camino.
Gracias Emilio Salgari por escribir ese maravilloso libro.
Espero que pase rápida la noche, ya tengo ganas de ver las islas y como no, el viejo faro.
1 comentario:
Estas equivocado... de mayor es cuando las fantasias, los sueños y las ilusiones cobran vida y parecen mas reales. De hecho tu viaje es un bonito sueño... un camino de fantasias...
No dejes nunca de ser asi, evitaras envejecer precipitadamente.
P.D.: A ver si llegamos a las islas... casi tengo mas ganas que el capitan del barco!!!!
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