miércoles, 19 de septiembre de 2007

PONIENDO A PRUEBA EL CORAJE DE LA TRIPULACIÓN


Este verano mientras navegaba por aguas tranquilas rumbo a Itaca se levantó un viento fuerte, tan fuerte que casi llegó a rasgar el velamen de mi alma.

Mi hija mayor, pilar básico de mi tripulación, se puso enferma. Al principio los galenos nos auguraron una mala travesía, “mejor amarrar en puerto seguro y esperar a ver como evoluciona el temporal, si amaina o arrecia”. No me quedó más remedio que obedecer, mi tripulación lo primero, ya tendría tiempo de continuar el viaje.

Soy mediterráneo, con todo lo que ello implica o al menos así lo entiendo yo, soy visceral, defiendo con vehemencia mis ideas, soy apasionado en lo que me gusta y en lo que no me gusta, me sublevo en un momento pero aún tardo menos en pedir perdón y rectificar, dicen que soy duro, aunque yo sé que no.
Cuento todo esto para deciros que ver a mi hija enferma, tan enferma, hizo darme cuenta que es más importante aún de lo que yo imaginaba, que forma parte de mi alma, que mi vida sin ella estaría rota y quizás mi nave, a pesar de contar con más tripulación, no sé si hubiera sido capaz de continuar navegando.

Al final mi pequeño grumete hizo frente con valentía a lo que su cuerpo se empeñaba en destruir. Por si algún día lees esto deseo que sepas que te quiero con locura y lo inmensamente orgulloso que estoy de ti, de la valentía con que afrontas tus miedos y dudas, de tus pequeñas y grandes victorias, de tu responsabilidad a pesar de tu corta edad.

Zarpamos de nuevo, con suave brisa rumbo a Itaca.

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