jueves, 16 de febrero de 2012

UN LARGO INVIERNO PERO YO...SIGO SIENDO EL CAPITAN DE MI BARCO

Que largo se está haciendo el invierno. Hoy miro a través de la ventana y está volviendo a nevar. De fondo suena el último disco de Mikel Erentxun y la melancolía me invade irremediablemente haciendo que mis ojos intenten buscar un pequeño resquicio de mi mar para que de alguna manera devuelva a mi cuerpo una serenidad que no logro encontrar, o que cuando creía encontrar se esfumó de nuevo. Que duro es cuando estás en medio de ese océano, perdido, sin un rumbo claro en el cuaderno de bitácora, viendo como la vela mayor no se mueve porque ella también espera un viento que no llega. Un viento que permita seguir un rumbo, quizás un rumbo equivocado pero un rumbo, un destino al fin y al cabo.


Recuerdo cuando navegaba sin miedo a tempestades, sin miedo a que las olas infringieran movimientos inesperados. Recuerdo cuando atracaba en puertos olvidados y entraba en tabernas llenas de viejos y tatuados marineros. Hombres toscos pero luchadores, hombres con honor, hombres con mil amores en puertos que quizás solo existieron en su imaginación, o no. Hombres bragados en mil batallas contra una mar a la que amaban y a la que, como todo buen amor, a veces odiaban, pero que de una manera u otra no podían estar sin ella.


Y ahora me siento solo sentado en la popa de mi barco, mirando como la costa se va alejando poco, sintiendo como mis ojos se pierden en un infinito azul que me atrapa inexorablemente como la melancolía que invade cada uno de los poros de mi alma. Me siento solo en medio de esta mar que un día tanto amé. Me siento solo, de nuevo, en el camino que lleva hacia Ítaca, un camino que inicié con ilusión pero que cada vez me cuesta más seguir. Me siento cansado de esperar lo inesperado. Me siento derrotado incluso antes de empezar la batalla. Me siento abatido por palabras injustas, equivocadas. Palabras que la gente dice alegremente o incluso palabras que la gente no dice…pero que, a pesar de todo, llegan brutalmente, con fuerza, tanto que consiguen quebrar cualquier resquicio de vida, de orgullo o de dignidad que pudiera existir.


Palabras que no llegan y entonces te preguntas el motivo. Quizás es que no tienen que llegar, quizás eso es lo correcto o mejor dicho, lo adecuado. Palabras que un día soñé. Palabras perdidas entre viejos diccionarios de letras abandonadas o gastadas de tanto usarlas mal. Palabras que necesitan, como todo buen guerrero, un descanso. Palabras que buscan un lecho donde adormecerse y poder romper las cadenas de una esclavitud perpetua en labios de grandes terratenientes. Hombres y mujeres a los que se les llena la boca de palabras que no sienten pero que dicen correctamente porque lo correcto es decirlas.


Sin embargo yo sigo con fuerza mi camino, aprieto los labios, hasta las mandíbulas me hacen daño por la rabia contenida. Mis manos cogen con fuerza mi timón enrabietado y de repente entra un levante por popa. La proa se levanta. La mayor se hincha preñada de un aire que la llena de vida. Me siento como un corsario al mando de un barco pirata y grito " a por ellos”, “a luchar como valientes”. Mantengo el rumbo. Mi rumbo hacia mar adentro, alejado de puertos envenenados con escollos en la bocana, escondidos, esperando a que cualquier barco con un capitán ingenuo rompa la quilla provocando una deriva despiadada. Sigo mar adentro alejado de cantos de sirena que con su color dorado y su música buscan hundir cualquier resquicio de vida de un joven e ingenuo capitán…pero no es mi caso.


Puedo ser ingenuo pero sigo siendo el capitán de mi barco y como tal yo marco el rumbo en mi cuaderno de bitácora.

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