El otro día en el taller Lur nos dijo que teníamos que escribir sobre nuestro nombre y esto es lo que me salió.
“Xavi con v, Xabi con b, me es indiferente pero quizás porque soy catalán y/o por lealtad a mis orígenes prefiero, si al interlocutor no le importa, escribirlo con v. Sin embargo y como ya he dicho antes tampoco me importa si se escribe con b. En este caso es por lealtad a una tierra a la que quiero, a una gente a la que admiro y a un país que en su momento hizo que abandonar el Mediterráneo fuera menos doloroso ya que aquí encontré un verde como el que no había visto nunca y un mar valiente y bravo, muy, muy diferente de mi mar, de esa mar cálida, tranquila, que deja que sus olas resbalen suavemente sobre la arena de mi playa.
Hay algunos que también me llaman Javier, a pesar de que insisto y sigo insistiendo que me llamo Xavi. Ellos erre que erre, Javier. A más de uno he de decirle, “perdone pero es Xavier y sabe por qué, porque mi padre cuando era joven trabajaba en una fonda y una noche vio en la televisión al gran Xavier Cugat dirigiendo su orquesta y le gustó ese nombre”, “ya pero en el carnet pone Javier” y ahí es donde tiene razón y por supuesto se la doy, pero acto seguido le respondo “Usted me puede llamar Javier pero yo puedo no responderle”. Sin embargo he de ser sincero, si el interlocutor es importante o mejor dicho, necesito algo de él, opto por callarme y transigir (los catalanes somos muy prácticos), pero por dentro, mientras me mira fijamente y con una ligera sonrisa de “ummm, he ganado, al final Javier” yo pienso “no te lo crees ni tu” mientras le miro educadamente devolviéndole una ligera sonrisa.
El piensa “he ganado la batalla” y yo pienso “no te estás enterando de nada…pringao”
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