Amada mía, te escribo estas líneas sin tener la certeza de si algún día llegarás a leerlas.
Hace una hora nos han comunicado que esta tarde o por la noche, a más tardar, nos encontraremos con la flota enemiga. No es la primera vez que entro en combate pero sí es la primera vez que tengo el presentimiento de que en esta ocasión será diferente.
No tengo miedo a morir pero si me da pavor el pensar que quizás no vuelva a verte, ni a sentirte, tengo miedo de que sufras por mi ausencia. Me gustaría pensar que pase lo pase tu seguirás tu camino, no quiero que seas infeliz, quiero que vivas todo lo que yo no pueda vivir. Sólo deseo que cuando pasees por esa playa, testigo de nuestro amor, mira la mar y piensa que yo estoy allí.
Si alguna lágrima brota de tus ojos no permitas que caiga en la arena, deja que se derrame sobre el agua para que llegue hasta mí.
Necesito que sepas que te amo con locura, creo que incluso a veces no soy consciente de todo lo que te amo. Estás en mi alma constantemente, mucho más de lo que puedas llegar a imaginar; perdón ¿he dicho mi alma?, me he equivocado, yo no tengo alma ni corazón porque se quedaron varados en tu espíritu.
Soy un cuerpo vacío, me miro y no me reconozco…porque no soy yo. Sin ti no soy nada más que piel, un cuerpo como otro cualquiera. Tú eres la que me da la vida y la que me la quita cuando no te tengo cerca.
Cuantas veces, de noche, cuando me tocaba de guardia en el puente y veía a lo lejos la costa, me imaginaba a ti y a mí en nuestra pequeña playa. ¿Recuerdas, amor mío, la última vez que hicimos el amor? Yo no he podido ni he querido olvidarlo.
Era verano, apenas había luna, íbamos cogidos de la mano paseando por la orilla, el agua era como una alfombra que pisábamos suavemente. Recuerdo que escribí en la arena TE AMO, luego tú, repasaste con tu dedo mis letras. Nos abrazamos y casi sin quererlo, casi sin pretenderlo, surgió ese deseo que hizo que nuestros cuerpos se despojaran de prejuicios inútiles.
Aún tengo grabada en mi retina tu imagen desnuda, tu mano agarrando mi mano invitándome a entrar en el agua. Tu pelo negro brillante cayendo sobre tus hombros, tus ojos llenos de pasión, tus pechos tersos y suaves, tanto que el mar resbalaba sobre ellos como si fueran de cristal. Mis manos temblorosas acariciándolos. Recuerdo como me abrazaste con tanta fuerza que ni el agua del mar podía cruzar nuestros cuerpos, en esos momentos pusiste tus brazos sobre mis hombros, tus piernas sobre mis caderas e hicimos el amor. Nos abandonamos al deseo de manera frenética y desenfrenada, tu cuerpo se movía como un temporal, tu lengua buscaba alocadamente cada rincón de mi boca… hasta que me extinguí dentro de ti y volviste a ser como ese levante suave que sopla en otoño y me dijiste “te amaré siempre”. Era tanto el amor que sentí en esos momentos que fui incapaz de articular palabra alguna pero ¿para qué? Estaba todo dicho.
¿Recuerdas lo que escribiste cuando salimos del agua? Yo me acuerdo perfectamente, “Pase lo que pase siempre estaremos juntos en busca de Itaca”.
Desconozco lo que sucederá dentro de unas horas, pero piensa que si no vuelvo, mi espíritu estará en ese lugar maravilloso y mágico que ambos ansiamos encontrar…y eso basta para que seas inmensamente feliz.
Al leer esa carta, supe con certeza absoluta, que tenía que encontrar a esa mujer. Ella tenía todo el derecho del mundo a saber que su amor había muerto pensando en ella.
Leí el nombre, los apellidos y la dirección. Levante la vista de esa hoja y a través de los cristales empapados de agua me prometí a mi mismo que la encontraría.
En cuanto amainara el temporal zarparía en su búsqueda.
Hace una hora nos han comunicado que esta tarde o por la noche, a más tardar, nos encontraremos con la flota enemiga. No es la primera vez que entro en combate pero sí es la primera vez que tengo el presentimiento de que en esta ocasión será diferente.
No tengo miedo a morir pero si me da pavor el pensar que quizás no vuelva a verte, ni a sentirte, tengo miedo de que sufras por mi ausencia. Me gustaría pensar que pase lo pase tu seguirás tu camino, no quiero que seas infeliz, quiero que vivas todo lo que yo no pueda vivir. Sólo deseo que cuando pasees por esa playa, testigo de nuestro amor, mira la mar y piensa que yo estoy allí.
Si alguna lágrima brota de tus ojos no permitas que caiga en la arena, deja que se derrame sobre el agua para que llegue hasta mí.
Necesito que sepas que te amo con locura, creo que incluso a veces no soy consciente de todo lo que te amo. Estás en mi alma constantemente, mucho más de lo que puedas llegar a imaginar; perdón ¿he dicho mi alma?, me he equivocado, yo no tengo alma ni corazón porque se quedaron varados en tu espíritu.
Soy un cuerpo vacío, me miro y no me reconozco…porque no soy yo. Sin ti no soy nada más que piel, un cuerpo como otro cualquiera. Tú eres la que me da la vida y la que me la quita cuando no te tengo cerca.
Cuantas veces, de noche, cuando me tocaba de guardia en el puente y veía a lo lejos la costa, me imaginaba a ti y a mí en nuestra pequeña playa. ¿Recuerdas, amor mío, la última vez que hicimos el amor? Yo no he podido ni he querido olvidarlo.
Era verano, apenas había luna, íbamos cogidos de la mano paseando por la orilla, el agua era como una alfombra que pisábamos suavemente. Recuerdo que escribí en la arena TE AMO, luego tú, repasaste con tu dedo mis letras. Nos abrazamos y casi sin quererlo, casi sin pretenderlo, surgió ese deseo que hizo que nuestros cuerpos se despojaran de prejuicios inútiles.
Aún tengo grabada en mi retina tu imagen desnuda, tu mano agarrando mi mano invitándome a entrar en el agua. Tu pelo negro brillante cayendo sobre tus hombros, tus ojos llenos de pasión, tus pechos tersos y suaves, tanto que el mar resbalaba sobre ellos como si fueran de cristal. Mis manos temblorosas acariciándolos. Recuerdo como me abrazaste con tanta fuerza que ni el agua del mar podía cruzar nuestros cuerpos, en esos momentos pusiste tus brazos sobre mis hombros, tus piernas sobre mis caderas e hicimos el amor. Nos abandonamos al deseo de manera frenética y desenfrenada, tu cuerpo se movía como un temporal, tu lengua buscaba alocadamente cada rincón de mi boca… hasta que me extinguí dentro de ti y volviste a ser como ese levante suave que sopla en otoño y me dijiste “te amaré siempre”. Era tanto el amor que sentí en esos momentos que fui incapaz de articular palabra alguna pero ¿para qué? Estaba todo dicho.
¿Recuerdas lo que escribiste cuando salimos del agua? Yo me acuerdo perfectamente, “Pase lo que pase siempre estaremos juntos en busca de Itaca”.
Desconozco lo que sucederá dentro de unas horas, pero piensa que si no vuelvo, mi espíritu estará en ese lugar maravilloso y mágico que ambos ansiamos encontrar…y eso basta para que seas inmensamente feliz.
Al leer esa carta, supe con certeza absoluta, que tenía que encontrar a esa mujer. Ella tenía todo el derecho del mundo a saber que su amor había muerto pensando en ella.
Leí el nombre, los apellidos y la dirección. Levante la vista de esa hoja y a través de los cristales empapados de agua me prometí a mi mismo que la encontraría.
En cuanto amainara el temporal zarparía en su búsqueda.