Lo cierto es que ahora no navego tanto como yo quisiera. Ahora contemplo la mar desde mi atalaya. Sin embargo, a través de la ventana, puedo oír en las noches de tormenta como el agua golpea el cristal. En las noches en que estoy solo, sentado delante de mi ordenador, escribiendo mi historia, siento como la mar se acerca y me regala su olor, me envuelve, me atrapa sin ningún tipo de consideración y yo…me dejo amar.
Al principio, cuando abrí esté blog, escribía para mí. Nadie me conocía, nadie sabía que había iniciado una ruta, un camino hacia Ítaca. Luego, la fortuna, el azar o la simple coincidencia hizo que fuera encontrándome con otros navegantes; hombres y mujeres que seguramente también estaban buscando algo. Quizás no una isla, no un destino; quizás lo único que intentaban era encontrar un sitio en este diminuto, pero intenso, mundo de los blogs.
Me gustaría entrar más, escribir post que consiguieran atraer a nuevos lectores y navegantes, pero ando inmerso en mi aventura y eso, os lo juro, me lleva tiempo, miento, no sólo me lleva tiempo también me roba fuerzas para poder recrear nuevas historias.
Mis personajes se escapan, me sorprenden. Hay noches en que cobran vida propia y escogen un camino completamente diferente al señalado. Cuando eso ocurre tengo que volver a parar y plantearme quién es ese hombre o mujer que yo había creado y ahora, sin darme cuenta, se escapa del folio e inicia una nueva vida.
Ahora, un hombre y una mujer se han enamorado, con pasión, con locura desmedida y sin embargo ambos sospechan que en un momento de su vida, años atrás, se hicieron daño. Y yo me pregunto ¿se puede amar a quien sabes, o sospechas, que fue el o la causante de un daño
inmenso? ¿Se puede odiar con todas tus fuerzas a la misma persona con la que deseas hacer el amor, entregarte a ella una y otra vez? ¿se puede desear acariciar esa piel al mismo tiempo que te produce nauseas sentir su mano sobre tu cuerpo?
En fin…preguntas e inquietudes.