Durante toda la noche la mar ha estado en calma, pero mi alma no. Me he levantado cuando aún no había amanecido. El camarote se ha convertido en una pequeña prisión, he tenido que salir a cubierta. Un suave poniente golpeaba mi cara mezclándose con mis lágrimas. Al fondo miles de luces alumbrando vidas…seguramente mejor que la mía.
¿Motivos para estar así? No lo sé, juro que no lo sé ó quizás sí y lo único que tengo es miedo a la respuesta. Desconozco cuanto tiempo he estado ahí, de pie, oteando un firmamento lleno de pequeñas constelaciones. Al final he bajado de nuevo al camarote. Desnudo, he dejado que el agua de la ducha resbalara por todo mi cuerpo. Con los ojos cerrados, con los brazos alzados, con las piernas abiertas, con mi corazón rasgado he deseado que las gotas fueran arrancando mis miserias. En esos momentos, no sé porqué extraña razón mis pensamientos se han centrado en dos deudas que tengo pendientes.
Al salir de la ducha he preparado una cafetera y he abierto uno de los cajones donde suelo guardar fotografías y recortes de prensa. Al final he encontrado lo que buscaba.
El olor a café recién hecho ha invadido todo el camarote. Me he servido una taza. Luego mis ojos se han centrado en las fotografías y ahí estaba una de mis ciudades mágicas y a la que afortunadamente tengo la suerte de volver, aunque solo sean cinco días, todos los veranos. SEVILLA. De ella me gusta todo, absolutamente todo. Sus calles, su gente, su luna creciendo desde el Guadalquivir, su vida, su olor, su barrio de Santa Cruz, su Triana…
Junto a las fotografías de Sevilla recortes de periódicos que hablan de la muerte de Mario Benedettí. Hacía tiempo que tenía ganas de dedicarle unas líneas pero por unos motivos o por otros no encontraba el momento adecuado. De él tampoco tengo mucho que decir más que, donde quiera que esté, darle las gracias por tan buena compañía y por tantos favores. Gracias MAESTRO.
Por la ventana del camarote veo que el cielo está gris… menos mal que tengo fotografías de Sevilla y poemas de Benedettí para iluminar el rumbo hacia Itaca.
¿Motivos para estar así? No lo sé, juro que no lo sé ó quizás sí y lo único que tengo es miedo a la respuesta. Desconozco cuanto tiempo he estado ahí, de pie, oteando un firmamento lleno de pequeñas constelaciones. Al final he bajado de nuevo al camarote. Desnudo, he dejado que el agua de la ducha resbalara por todo mi cuerpo. Con los ojos cerrados, con los brazos alzados, con las piernas abiertas, con mi corazón rasgado he deseado que las gotas fueran arrancando mis miserias. En esos momentos, no sé porqué extraña razón mis pensamientos se han centrado en dos deudas que tengo pendientes.
Al salir de la ducha he preparado una cafetera y he abierto uno de los cajones donde suelo guardar fotografías y recortes de prensa. Al final he encontrado lo que buscaba.
El olor a café recién hecho ha invadido todo el camarote. Me he servido una taza. Luego mis ojos se han centrado en las fotografías y ahí estaba una de mis ciudades mágicas y a la que afortunadamente tengo la suerte de volver, aunque solo sean cinco días, todos los veranos. SEVILLA. De ella me gusta todo, absolutamente todo. Sus calles, su gente, su luna creciendo desde el Guadalquivir, su vida, su olor, su barrio de Santa Cruz, su Triana…
Junto a las fotografías de Sevilla recortes de periódicos que hablan de la muerte de Mario Benedettí. Hacía tiempo que tenía ganas de dedicarle unas líneas pero por unos motivos o por otros no encontraba el momento adecuado. De él tampoco tengo mucho que decir más que, donde quiera que esté, darle las gracias por tan buena compañía y por tantos favores. Gracias MAESTRO.
Por la ventana del camarote veo que el cielo está gris… menos mal que tengo fotografías de Sevilla y poemas de Benedettí para iluminar el rumbo hacia Itaca.