lunes, 30 de junio de 2008

UN PREMIO PARA TODOS VOSOTROS


Mi Mundo ha tenido la amabilidad de regalarme este premio. Se supone que debo decidir entre seis blogs, pero de verdad que no puedo, me niego a que nadie se quede fuera y como dijo una vez un buen amigo: el premio es para y con él puedo hacer lo que quiera, así que os lo brindo a todos para lo cojáis y lo coloquéis en vuestros blogs.


¡VA POR USTEDES!

domingo, 29 de junio de 2008

LA CASA DEL ACANTILADO 1ª Parte


Hacía un día precioso, la mar era un espejo que reflejaba violentamente los rayos del sol, apenas soplaba un poniente suave, pero lo suficiente para que el génova se hinchara y permitiera a mi barco rozar el agua, con cuidado de no hacerle daño, con cuidado de no quebrar esa perfección azul. Me acerqué a la costa, a una pequeña cala, que según la carta náutica tenía la profundidad suficiente como para poder fondear. Aún hay lugares a los que únicamente se puede acceder desde el mar, evitando de esta manera aglomeraciones. Gente que transforma lugares mágicos en un infierno de toallas y sombrillas.

Mientras la proa se dirigía hacia ese lugar, en mi barco sonaba “Soulería”, el último Cd de Pitingo. Estaba ensimismado observando la playa, el bosque mediterráneo que llegaba hasta la misma arena cuando sonó el móvil. Era mi amigo (el que tiene el blog “caminando hacia itaca”) justo acababa de salir de la sesión del psicólogo y me llamaba para decirme cómo le había ido la sesión. Me dijo que le habían rebajado la medicación, en lugar de tres pastillas ahora sólo debía tomar dos. También me dijo que le había propuesto al psicólogo empezar a trabajar. La verdad es que mi amigo tiene una profesión, o vocación, un tanto “especial” (por calificarlo de alguna manera); ante la propuesta de incorporarse al trabajo el psicólogo le dijo que no, que le veía aún con “hilvanes”, capaz de romperse en cualquier momento, así que lo mejor, según él, era esperar a que pasara el verano. Eso, me dijo, mi amigo le desanimó pero, entendió la respuesta del profesional. Paciencia – le respondí yo. Al tiempo que le deseaba lo mejor.
Cuando terminé de hablar con él me di cuenta que ya estaba cerca de la orilla. Eche el ancla y me tiré al agua.

Deseaba fundirme con el gran azul, llegar a formar parte de él en una comunión completa. Llegué nadando hasta la orilla, me tumbé boca arriba en la arena mojada, notando como el agua se filtraba por mi espalda. Puse los brazos en cruz – fue un acto no premeditado – y en esa posición intenté vomitar todo lo que llevaba en mis entrañas. Sacar lo malo, o al menos todo aquello que me provocaba angustia. Después de estar un rato tumbado como Cristo en la cruz, me senté, puse mi cabeza entre las rodillas y las manos agarradas a mis piernas. Cerré los ojos, lo único que notaba era como el agua cubría mis pies, pero mi cabeza volaba a cientos de kilómetros, imaginando si Itaca sería igual. Si tendría esas playas solitarias y vírgenes; preguntándome cómo sería aún el camino que me quedaba por recorrer; cuestionándome las decisiones tomadas hasta ese momento, ¿estaría solo en Itaca?, esa fue la única pregunta que respondí rápido y con decisión, no. Después de todo el camino era imposible que llegara a Itaca yo solo, me convencí a mi mismo que como Ulises Penélope estaría esperándome.

No sabría decir con exactitud cuánto tiempo estuve en la orilla. Al final me incorporé, miré a mi espalda. Era curioso como esos pinos habían conseguido llegar hasta la misma playa. Caminé por la arena mojada, era relajante notar como mis pies se hundían lo suficiente como para dejar las huellas de mis pisadas. Formas que con el vaivén del agua se difuminaban. Borrando toda señal de mi paso por encima de esa alfombra marrón.

En un momento, levanté la vista hacia el acantilado y fue entonces cuando vi, a unos quince metros de altura, un muro blanco. Me extrañó ver esa construcción. En realidad no desentonaba con el ambiente, era rústica, antigua (o al menos lo parecía), lograba una simbiosis cuasi perfecta con el ambiente. Mi extrañeza venía dada por la dificultad que debió llevar el construir en ese lugar, la verdad es que me producía cierta, o mejor dicho, mucha curiosidad, averiguar cómo pudieron ser capaces de edificar en un lugar tan inhóspito como ése. Tampoco se veían escaleras que permitieran el acceso a la playa. Eso me desconcertó ¿para qué tener una casa en un lugar tan privilegiado si no puedes disfrutar de la fina arena que tienes unos metros más abajo? y ya no sólo disfrutar de la arena sino del gran azul, de esas aguas aún cristalinas.

¿Cómo debía ser – me pregunté – la persona que se hace construir algo en un lugar tan especial como ese y no disfruta plenamente de él? Es como si te dicen, “toma esta hermosa goleta, es tuya, obsérvala, pero no te subas en ella porque no puede navegar”. Tener algo al alcance de la mano, rozarlo con la punta de los dedos, pero jamás llegar a tocarlo debe de producir una sensación, cuanto menos, contradictoria.

Me sentí atraído por esa casa, me acerqué más hacia la base del acantilado, estaba completamente absorto mirando ese muro, tanto que cuando me quise dar cuenta las plantas de mis pies descalzos empezaron a quemarme. Di unos pasos hacia el agua a fin aliviar la quemazón que producía la arena. Fue en esos momentos, mientras me mojaba los pies, cuando me di cuenta que de un lateral de la pequeña cala, en el acantilado, se abría entre las rocas un pequeño agujero. Desde luego una persona puesta en pie era imposible que cupiera, el que quisiera entrar tenía que hacerlo de rodillas.

Me quedé mirando de nuevo a la casa, se encontraba justo encima de donde se hallaba el agujero. Sin duda ese ere el lugar por donde el propietario, o propietarios, de la finca accedían a la playa.

Me arrodillé, encendí el mechero y rapté hacia lo que se suponía que debía ser la casa. El agujero, minúsculo en su entrada, se fue anchando a medida que iba ascendiendo, tanto que llegó un momento en que pude incorporarme. Llevaría unos quince metros de ascenso, cuando al girar un pequeño recodo, la luz del día me cegó.


Había llegado arriba.

miércoles, 25 de junio de 2008

ESTOS DÍAS EN CASA...


Es curioso, estos días varado en tierra, he vuelto a escribir como lo había hecho siempre, es decir, con lápiz y papel. Soy un hombre de costumbres, más o menos fijas, y llevo tiempo ya utilizando el mismo tipo de portaminas, es uno de la marca PILOT y más concretamente el modelo THE SHAKER 0,5.

Al empezar a escribir de nuevo, sin un teclado por el medio, he vuelto a retomar la sensación, la dulce sensación que produce el suave desplazamiento del grafito sobre la inmensidad del folio en blanco. Me gusta ver como éste va tiñéndose de color negro, me gusta ver las imperfecciones de la letra, incluso las rayas horizontales que producen los tachones. El escribir a mano produce toda una serie de estímulos y sensaciones que nada tienen que ver con la redacción perfecta que te proporciona el ordenador. Con él, todo es perfecto, la letra, el encuadre, te equivocas y nadie se da cuenta que has corregido esa palabra o esa frase que no encajaba en ese párrafo.

En definitiva, me gusta la imperfección de la escritura a mano. Sin embargo, sería engañarme a mí mismo, si no supiera apreciar todas las ventajas que proporciona una máquina tan perfecta, pero tan fría, como un ordenador.

Pensad por un momento que recibes una misiva de la persona que amas, ves el remitente e ilusionado abres el sobre. En su interior una carta de amor pero escrita a máquina. Para mi sería una desilusión, sería algo frío, impersonal e incluso por muy hermosas que fueran sus palabras no llegarían a transmitirme el calor, y la pasión, que se intuye en una carta dirigida a la persona que quieres.

Creo que ya os lo he contado alguna vez, pero siempre, o al menos lo procuro, llevo encima el portaminas y el cuaderno de anotaciones. En éste último caso sí cambio de modelo, actualmente llevo uno de la marca OXFORD, con la portada haciendo una especie de “aguas” de color marrón y de hoja cuadriculada. En ese pequeño cuaderno anoto todo, ideas, ocurrencias, frases que oigo o leo, incluso dibujos.

Permitidme que os ponga un ejemplo. Abro una hoja del cuaderno al azar, y dice así:

NOTAS

· Tengo un destino que sin duda debe ser cumplido.
· Yo escogí un camino, quizás de manera inconsciente al principio, pero a pesar cada día que pasa tengo más claro que esa opción era la correcta, con lo cual no tengo ningún derecho a quejarme. Era, y es, mi opción.
· No me cabe la más mínima duda que todo lo importante que me ha sucedido a lo largo de mi vida permanecerá inalterable, permanente. Por otro lado, lo banal, lo superficial, todo aquello que no ha conseguido llenar mi alma desaparecerá. Mi cuerpo se convertirá en granito y no permitirá que nada superfluo se filtre como pequeños riachuelos.
(la raya negra está igual que en el cuaderno)
Al final se podía establecer una comparación entre escribir a mano y dirigir un barco. La sensación que produce tener la caña del timón en la mano, dirigirlo a tu antojo, con el beneplácito de los vientos, claro está, no es en absoluto comparable a marcar el rumbo en el piloto automático y esperar a que él te lleve hacia el destino elegido.

Si nos paramos a pensar un poco, con la vida ocurre lo mismo. Está llena de imperfecciones, de corregir rumbos, de equivocarnos, de girar a sotavento y luego virar a barlovento, la vida está a merced de los vientos que soplan y que en un momento dado nos pueden llegar a sorprender, pasar de un levante suave a un mistral con fuerza, tanta que nos obligue a quitar vela y buscar refugio.

Evidentemente también podemos elegir una vida sin riesgos, nadie nos impide marcar un rumbo fijo y dejarnos llevar, sin importarnos lo que podemos dejar en el camino, pero amigos esa es una decisión que cada uno debe tomar y desde luego, una vez decidida puede ocurrir dos cosas. La primera engañarnos a nosotros mismos, empezar un folio en blanco en lugar de continuar escribiendo y la segunda es que una vez tomada la decisión, correcta o no, pero nuestra decisión al fin y al cabo, no nos queda más remedio que ser consecuente con el camino tomado.

Si así ocurre dudo que lleguemos a Itaca, la única esperanza que nos quedará es que ese lugar mágico sea ocupado por alguien que lo sepa apreciar y lo disfrute.

lunes, 16 de junio de 2008

QUINCE DIAS, MAS O MENOS, SIN ORDENADOR


Se me ha roto el ordenador.

No hace falta que os diga que ese hecho ha provocado una desazón en mí. Durante los días (calculan 15 días más o menos) que tarden en arreglarlo intentaré entrar en algún ciber, pero evidentemente no es lo mismo escribir en mi ambiente, dentro de mi pequeño camarote acompañado de mis recuerdos que en un lugar totalmente aséptico y que, evidentemente, no me aporta nada.

Aprovecho estas líneas para pediros perdón si no dejo todos los comentarios que os merecéis. Desde luego ni se os ocurra pensar que me he olvidado de vosotros, eso sería totalmente imposible, formáis parte de mi camino y desde luego cuando llegue a Itaca será gracias a vosotros; es más, espero que lleguemos juntos.

A cambio de no poder entrar en vuestros blogs tan asiduamente como yo quisiera os prometo historias nuevas.

¿TRATO HECHO?
Posdata: me lo recogen mañana por la tarde, así que está noche y mañana por la mañana aún puedo publicar vuestros coments.

viernes, 13 de junio de 2008

FOTOGRAFÍAS Y RECUERDOS DE MI MAR

Como lo prometido es deuda, ya he regresado.

Han sido unos días, ¿cómo calificarlos? Especiales, sí, esa es la palabra adecuada, especiales. Añoraba ver la playa, mi playa, pisar esa arena sobre la que he jugado, me he emborrachado y sobre la que he disfrutado de momentos de pasión. Pasear con mi padre cerca de ese mar que tantas veces hemos surcado. Han sido unos días intensos, de muchas emociones, de encontrarme conmigo mismo, o al menos de buscarme.

Fijaros, en uno de esos paseos con mi padre, en un momento se paró, se quedó observando la mar y me dijo “el viento está girando a levante”. Dios, yo no me había dado ni cuenta, pero era cierto, en unos momentos el viento cambió de garbí a levante. Soy consciente que para la mayoría de gente que lea estas líneas esa frase no signifique nada pero para mí tiene magia. El hace años, desde que vendió la barca, que no navega pero sigue conociendo el mar como si hubiera nacido en él.

En una de esos paseos, junto a esa gran tipo que es mi padre, saqué unas fotografías. Espero que os gusten.

También os dejo unas fotos de mi abuelo, otro gran marino, aunque para desgracia de mi abuela no era un buen tipo…pero eso es otra historia. Sin embargo con ellos aprendí lo poco que sé de ese mundo azul. En alguna foto también aparece mi abuela.

Hay una foto que no es muy buena, pero es especial. Hoy en día en mi pueblo hay un puerto deportivo, como uno más de tantos, sin nada especial que destacar. Pero si os acordáis un día comenté en el post “TATUAJE” que había un lugar en el que me quedaba sentado oyendo historias de los viejos marinos, pues bien en esa foto se ve ese pequeño cobertizo.

En fin, os dejo para que disfrutéis, o al menos me conozcáis un poco mejor.

Un abrazo y zarpamos de nuevo



En esta foto están mi abuela, mi tío, mi abuelo y el último es mi padre

Mi padre y mi abuelo limpiando las redes. Las cuevas que se ven al fondo es donde se guardaban los aparejos de pescar.



En esta foto se ve a mi abuelo y a mi abuela


Mi abuelo con su última barca




Este soy yo mirando hacia donde creo que está Itaca



Estas son varias fotos de ese paseo con mi padre.




sábado, 7 de junio de 2008

NOTAS SOBRE EL RELATO "ES ITACA... Y ESO BASTA"

En este relato he utilizado fotos personales y la verdad, me gustaría compartir con todos vosotros, esos pequeños secretos:



- En el último capítulo, en cuanto a la foto que he utilizado, es la foto de mi padre en la mili. Después de buscar por internet qué mejor homenaje a un viejo marino como él, que mostrarlo a mis amigos del otro lado de la pantalla.



- En la quinta parte, la foto que sale con un hombre de espaldas con la cabeza agachada, ese soy yo. El lugar es un cementerio de soldados alemanes caídos en la batalla de Normandía. En los momentos en que me sacaron la fotografía estaba rindiendo un pequeño homenaje a esos hombres que murieron por unos ideales, por sus ideales. Los cuales no comparto en absoluto pero al fin y al cabo eran hombres que lucharon por lo que ellos creían correcto.



- En la segunda parte, el barco que se ve es el dragaminas Tambre, donde mi padre cumplió el servicio militar. La carta que se ve de fondo es el sobre de una de las tantas cartas (las guardo todas) que mi madre le envio durante la mili y el escapulario perteneció a mi abuela.


Aclarados estos puntos sólo me queda deciros que durante una semana no voy a publicar nada.


Me voy unos días a mi pueblo, a ver el mar, a confundirme con él, a pisar su arena y a contemplar esos amaneceres y atardeceres que tanta vida me dan y por supuesto...a volar mis cometas.



Espero que comprendáis que necesito unos días de soledad...como dice Chuspi "de silencio".


Gracias por hacerme compañía durante esta semana tan dura.



¡OS QUIERO!

ES ITACA...Y ESO BASTA Parte final


En cuanto amaneció, con el petate ya preparado y el pequeño bote de plástico, abandoné la casa. En el recibidor de la entrada dejé cien euros junto con un papel en el cual pedía disculpas por abandonar tan precipitadamente la casa.

Una vez en el puerto el marinero que estaba de guardia se extrañó al verme. Eran las seis de la mañana y se supone que a esas horas los únicos que zarpan son los pescadores, no los que “según ellos” viajan por placer. Esos, a estas horas deben estar durmiendo plácidamente. Le miré con la misma indiferencia que él a mí. Ahora sólo tenía una obsesión en mi cabeza, encontrar a esa mujer y encontrarla pronto, para poder decirle que aquel hombre murió pensando en ella.

Solté amarras y en cuanto salí por la bocana del puerto apagué el motor, la mayor yel génova aprovechaban todo el viento que entraba, navegué de través, situé la embarcación perpendicular al viento, hasta que el extremo de la botavara sobresalió un poco por el espejo de popa. Iba a gusto disfrutando cada instante del mar, del agua que me salpicaba en la cara, del casco de mi barco que rompía igual que un viejo arado la tierra árida y dura.

Según la carta náutica al lugar al que me dirigía no había puerto marítimo, el más cercano estaba situado a unos quince kilómetros. La decisión estaba tomada, atracaría en ese puerto y luego alquilaría un coche que me llevara hasta el pueblo que figuraba en la carta. En mi interior suplicaba que esa mujer estuviera aún viva. Quería cerrar un círculo, esa era mi máxima aspiración.

El viento empezó a soplar desde atrás, el barco “corría” tanto que tuve que orientar la vela en ángulo recto con respecto al eje longitudinal.

A las cuatro horas de estar navegando divisé el puerto. Al entrar en la bocana, cerré las velas y puse de nuevo el motor. Atraqué en el pantalán que marcaba para la profundidad de mi barco. Se acercó el marinero, me ayudó con las defensas y luego cumplimenté, lo más rápido que pude todos los tramites reglamentarios. Una vez terminado el papeleo pregunté donde podía alquilar un coche. Me dijeron que en el mismo puerto había una empresa que se encargaba de esos menesteres.

En media hora estaba ya en el pueblo. Aparqué en una plaza. Era un pueblo pequeño y a pesar de no tener un puerto deportivo si seguía conservando un pequeño puerto de pescadores. Junto a él se hallaba un paseo. No sé el motivo, pero la intuición me llevó hasta ese pequeño paseo.

En mi chaqueta llevaba el nombre de esa mujer y la foto del que fue su novio. Me encontré con un hombre ya mayor sentado en uno de los bancos, estaba contemplando plácidamente la mar. Sentí romper su encantamiento pero era la única persona que tenía cerca.

- Buenos días, perdone que le molesté – intenté ser lo más educado posible – pero estoy buscando a una mujer, se llama ………………………

Levantó suavemente la vista, con pereza, como si despertara de un sueño.

- Ve a esas dos mujeres – me indicó con el dedo a dos señoras ya mayores que estaban sentadas en unos bancos algo más alejados – pues la que busca es la que está sentada, pero la pobre no está muy bien de la cabeza – matizó.

Le di las gracias y me acerqué hacia ellas. El poco espacio de tiempo que tardé en recorrer esa distancia me permitió imaginarme cómo reaccionaria al hablarle de ese hombre que murió pensando en ella. Pronto salí de la duda.

- Buenos días, me ha dicho aquel hombre – le hice un pequeño gesto con la cabeza hacia donde se hallaba el señor sentado – que usted es ……………..- no levantó la vista, continuó mirando hacia el mar, como si yo fuera invisible y mis palabras frases sin sentido.

La mujer que estaba de pie me miró extrañada. Fue ella la que me respondió.

- Si es ella, mi madre – afirmó – y usted ¿quién es? ¿Qué quiere?

Le conté lo que me había sucedido, que había encontrado cartas, fotos y que una de las cartas iba dirigida a ella, de hecho figuraba su dirección y en el interior de la misiva había una foto de un marinero. Le conté que me pareció honesto intentar encontrar a esa mujer y hacerle entrega de algo que le pertenecía.

- Mi madre padece alzheimer, no creo que recuerde nada ni a nadie, pero si quiere enseñarle la foto, por mi puede hacerlo.

- Mamá – dijo ella – este hombre trae una foto y te la quiere enseñar.

Ella continuó sin moverse, fui yo el que saqué la foto de la bolsa y se la enseñé. Se la puse delante de su cara y ella, lo único que hizo fue bajar la vista hacia esa fotografía…así estuvo unos minutos. Luego, lentamente, con sus frágiles dedos cogió esa foto y se la acercó a los labios, la beso suavemente y de sus ojos brotaron unas gotas finas, como minúsculos regueros abriéndose camino entre las arrugas de su cara.

- Mira Itaca – dijo dirigiéndose a la mujer que estaba de pie, a su hija – tu no me creías pero yo siempre te he dicho que algún día tu padre iba a volver.

Les entregué las cartas y demás objetos y me marché. Aquel hombre que murió en plena batalla llegó a Itaca y aquella mujer, ahora enferma de alzheimer tuvo a Itaca en su interior.

Cuando ya me había alejado unos metros giré la cabeza, me detuve y observé como la mujer seguía teniendo la fotografía pegada a los labios, mientras su hija le pasaba los brazos por encima de los hombros, cobijándola como si esa vieja y enamorada mujer fuera una niña desvalida.

Se había cerrado el círculo.

miércoles, 4 de junio de 2008

ES ITACA...Y ESO BASTA 5ª Parte


Cuando terminé de “hablar” con mi amigo, cogí la carta y me acurruqué en la cama. Mis rodillas pegadas al pecho como un feto en el interior del útero de su madre, seguramente ansiaba encontrar esa seguridad, ese mundo donde nada ni nadie te puede hacer daño. Cuando estás en ese pequeño universo no eres consciente de lo que te espera cuando salgas al exterior y yo, en esos momentos, deseaba con todas mis fuerzas regresar a ese lugar.

Coloqué la carta sobre mi pecho, quizás con la vana idea de que me transmitiera todo el amor que en ella estaba escrito. Cerré los ojos, oía el agua crepitar sobre el cristal, pero no sentí, a pesar de desearlo firmemente, unas manos que me abrazaran, que me dieran calor, unas caricias que me tranquilizaran e hicieran que mi respiración se fuera relajando, no sentí sobre mi espalda el calor de otra piel, no oí ninguna voz que me dijera:

“tranquilo amor mío, mientras estés conmigo nada te va a pasar. El amor que siento hacia ti es mucho más fuerte que cualquier ataque de ansiedad. No tomes esa maldita pastilla yo te calmaré con miles de caricias, cubriré con mis labios todos los poros de tu piel, te besaré tan lentamente, de arriba abajo, que a medida que mi lengua vaya resbalando por tu cuerpo, como por arte de magia, esa angustia, ese miedo, se transformará en paz, en deseo y cuando todo haya pasado te haré el amor, te poseeré como nadie lo ha hecho jamás. Te haré gozar hasta límites inimaginables y jamás, jamás te abandonaré y todo ello…porque te amo como a nadie he amado”.

Pero nada de lo que imaginé ocurrió. Seguía estando solo. Me levanté, tomé la pastilla, dejé la carta sobre la pequeña mesita situada al lado de la cama y sin quitarme la ropa me metí dentro de ella, con la única esperanza de quedarme dormido y olvidar esos momentos que me hacen tan vulnerable.

Me desperté sobre las cuatro de la madrugada. En los ventanales no se oía ningún ruido, había dejado de llover. Encendí un cigarro, me acerqué a la terraza, abrí las ventanas, soplaba poniente tirando hacia el noroeste, no era excesivamente fuerte, perfecto para navegar y mejor aún, perfecto para llevarme hasta la destinataria de esa carta.

Empecé a revolver papeles que me faltaban por mirar, fotografías dedicadas y más o menos pude deducir la edad de esa mujer. Cuando su novio escribió la carta ella tendría aproximadamente unos diecisiete años, es decir, que ahora rondaría los noventa, con lo cual aún había posibilidades de que estuviera viva.

Miré el mar de nuevo y supe que la decisión estaba tomada, mañana mismo, hiciera el tiempo que hiciera, partiría en su búsqueda. Todo, absolutamente todo le pertenecía a ella y era justo que lo tuviera.

martes, 3 de junio de 2008

ES ITACA...Y ESO BASTA 4ª Parte


Estaba ensimismado, con la carta entre las manos, observando como el agua de la lluvia formaba, a medida que iba resbalando por el cristal, suaves meandros, imaginando cómo serían ese hombre y esa mujer que se amaron tan apasionadamente. Me levanté y puse el último Cd de Pitingo titulado “Souleria”.

Acababa de empezar a escuchar la primera canción cuando de repente sonó el móvil. Me levanté, y miré el número, era un viejo amigo del que hacia tiempo que no sabía nada. Me encendí un cigarro y volví a sentarme en el mismo sitio. Con este amigo ocurre algo curioso, algo que sólo sucede con los verdaderos y buenos amigos; podemos estar un mes o dos sin hablarnos pero tanto él como yo sabemos que estamos ahí para lo que haga falta, y esta vez a él me necesitaba. Lo noté en cuanto empecé a hablar con él.

Me dijo que el viernes pasado había estado en el psicólogo (yo ya sabía que lleva desde febrero de baja psicológica), me comentó que al terminar de hablar con él le abrazó y se echó a llorar, dice que está en un pozo casi sin fondo, que hay momentos en los que le parece ver una pequeña luz al final del túnel, sin embargo en otras ocasiones le ciega la oscuridad.

Durante todo el rato que duró la conversación yo casi no articulé palabra. También me dijo que el psicólogo le ha aumentado la medicación para evitar los estados de ansiedad. Sollozando me dijo que su único desahogo es escribir pero que eso, que en momentos determinados le ayuda a sacar sus demonios, también le produce cierta ansiedad.

Eso me desconcertó y de hecho le pregunté por qué le producía ansiedad. No lo entendía. Cuando alguien hace algo que le gusta y encima le ayuda lo normal es que le produzca cierto placer y le reconforte.

Me respondió que normalmente escribe en un blog, lo cual yo desconocía, y que últimamente está escribiendo historias que gustan, que está entrando mucha gente nueva y le produce cierto malestar y angustia no poder responder a todos. Me dijo le gustaría agradecerles uno a uno esas visitas a su blog, pero que le cuesta. Además, parece que últimamente le da por escribir por capítulos y que se siente con la obligación, aunque le cueste, de terminar las historias. Según él se siente en deuda con sus lectores, bueno el no utilizó la palabra lectores, utilizó la palabra amigos al otro lado de la pantalla, que no quiere dejarlos en la estacada.

Terminó llorando desconsoladamente, yo me callé, en realidad no sabía que decirle; al final se despidió dándome las gracias por aguantarle y pidiéndome que si deseaba entenderle mejor que entrara en su blog, concretamente en la etiqueta JODIDO.

Lo único que se me ocurrió decirle al despedirme es que los amigos jamás se dan las gracias.

Por cierto si alguien que quiere entrar en su blog y darle ánimos seguro que os lo agradecerá. Su blog se llama “caminandohaciaitaca.blogspot.com” y su nombre es Xavi.

Al terminar la conversación, levanté la vista, vi el cristal y entonces ya no supe si es que continuaba lloviendo o eran mis lágrimas las que hacían que viera esos enormes ventanales repletos de ríos de agua.