lunes, 28 de julio de 2008

... Y FUISTE A LA TIERRA 1ª Parte


“¿Dónde ir con tu sangre de mar exasperado,
con tu acento de mar y tu revuelta lengua clamorosa
de mar cuya ternura no comprenden las piedras?
¿Dónde?... Y fuiste a la tierra”

Miguel Hernández




Cuando dejé el móvil encima de la mesa fui consciente de que seguramente esa sería la última vez que hablaba con ella. Lo más triste de todo es que durante la conversación llegué a intuir que jamás volvería a oír su voz y no fui capaz de decirle nada importante, o al menos algo que valiera la pena recordar. Quizás es que en el fondo me daba igual. Lo que no sé, ni sabré nunca, es si ella también sabía que esa sería nuestra última conversación.

Salí del camarote, hastiado de todo, me fui hacia la proa del barco y levanté la vista al cielo. Estaba lloviendo, el agua caía fuerte, con rabia, pero me dio igual empaparme, incluso pensé en que ese líquido lograría purificar mi alma, o al menos limpiar el dolor que en esos momentos recorría mi cuerpo. El agua se mezclaba con mis lágrimas, me sorprendió notar ese sabor salado en mi boca, esas lágrimas me desconcertaron porque, en realidad, no tenía ningún motivo para llorar; o si lo había yo no lo sabía.

Todo era extraño, ella, la conversación, mis sentimientos, o mis no sentimientos, mi rabia, mi indolencia, mi dolor, mis lágrimas sin motivo. La verdad es que desde hacía tiempo todo en mi vida era anormal. Sin saber ni cómo ni por qué en los cimientos que sustentaban mi existencia se fueron abriendo grietas, transformándose de pequeñas líneas a grandes cauces de ríos, cavidades cóncavas por las que se iban arrastrando todas mis miserias…y mis ilusiones. Y yo ahora estaba ahí, de pie en mi barco, agarrado a la jarcia, con mi mirada perdida en el gris de las nubes, con mi cuerpo empapado, sin capacidad de pensar, agotado y con ganas de parir una nueva vida.

- ¡eh! Amigo ¿se encuentra bien?

Me giré, en el pantalán vi a uno de los marineros del puerto con su chubasquero amarillo mirándome atónito.

- Si, perfectamente.

Quité las defensas y los cabos de amarre. Arranqué el motor.

- ¡con este temporal no puede salir!

Dirigí la proa del barco hacia la salida del puerto, mientras, cerré las escotillas para que no entrara agua en el interior del barco y, contraviniendo todas las normas, icé la mayor junto con el tormentín con la clara intención de enfrentarme a esa mar que tantas veces había amado y que ahora me avisaba, con sus olas y vientos, que no la retara, que no era momento de navegar…pero no podía volver a puerto. Me sentí como esos asesinos que desafían a la policía y van dejando pistas porque en el fondo quieren que los pillen, así estaba yo, poniéndoselo fácil a la mar para que me venciera. Ahora o nunca.

En el momento en que rompió la primera ola en mi proa noté que el móvil se movía acompasadamente en el interior de mi pantalón, el barco cabeceó bruscamente, el móvil insistía pertinaz…

martes, 22 de julio de 2008

FOTOS DE MI MEDITERRANEO









Hoy ha sido un buen día para navegar, ha soplado un poniente suave pero constante, con la mayor arriada. La verdad es que después de estar varios días sin salir a la mar siento como mi cuerpo pide encontrarse de nuevo en medio del gran azul. He navegado casi todo el tiempo relativamente cerca de la costa, a unas dos millas náuticas, lo cual me permite observar con detenimiento el mundo que se encuentra al otro lado. Reflexionar sobre lo que en él ocurre y apreciar, aún más si cabe, mi soledad. Una soledad buscada y deseada, porque cuando estoy en mi barco sólo yo, o al menos eso creo, decido que rumbo tomar sin implicar a nadie. Es aquí cuando me siento más libre.

Ahora, una vez amarrado en puerto, ya de noche, sentado en la bañera del barco con el único ruido de los mástiles pegando delicadamente unos a otros, disfruto de otro de mis placeres…escribir. Mi otra gran pasión. Esta vez sin música y sólo con la luz de una pequeña lámpara y la lumbre del cigarro. Me siento bien, a gusto conmigo mismo, disfrutando de cada momento, de cada instante. Oliendo ese olor peculiar a mar, viendo como éste se va transformando en una inmensa alfombra negra.

Hay momentos que son especiales, que tienen magia; momentos sublimes en los que confío aún en que todos mis sueños se conviertan en realidad. Instantes en que miro al cielo y veo las constelaciones, estrellas diminutas ofreciéndome pequeños golpes de luz, momentos en que puedo llegar a verme a mi mismo, tal cual soy. Ya es tarde pero aún así, si prestas atención, oyes voces provenientes de los otros barcos, dándote cuenta que cada nave es un pequeño mundo lleno de gente buscando el rumbo correcto, o simplemente con un rumbo, sin que sea necesariamente el correcto.

Cuando entré en el puerto, justo en el momento del atardecer, saqué la cámara de fotos e intenté captar ese instante efímero en que el sol desaparece con la vana ilusión de tenerlo atrapado. Ahora, cuando ya es noche cerrada y miro las fotos, me doy cuenta de mi pequeñez ante ese instante encerrado en un cristal.

Os dejo en mi cuaderno de bitácora las fotos antes mencionadas, quizás para muchos no sean más que una puesta de sol, sin nada especial, pero para mí ese atardecer tras las montañas es mucho más, porque durante muchos, muchos años, he compartido ese momento con gente especial. Esas montañas son las mismas montañas que he visto toda la vida desde mi habitación, ese mar es el mismo mar que he visto teñirse de colores o transformarse cuando de repente cambiaba el viento y el mistral se levantaba fuerte y teníamos que entrar en el puerto. Esa playa es mi playa, donde he crecido. Ese pueblo es mi pueblo, del que, a pesar de estar lejos… me siento tan cerca, en definitiva ese en MI MEDITERRANEO.












domingo, 20 de julio de 2008

PREMIO "NUNCA ES TARDE PARA EMPEZAR"


Eva María, desde su blog "Pequeños besos de luna" me ha regalado el premio "Nunca es tarde para empezar".


Muchas gracias.

Este premio lleva implícito hacer públicos diez sueños o deseos, estos son los míos:


1º.- Que se acabe el hambre en el mundo.

2º.- Que no haya más guerras y que vivamos todos en paz, independientemente del color, religión o nacionalidad.

3º.- Que todos seamos un poco más tolerantes, o mejor dicho, mucho más tolerantes.

4º.- Que mis hijas sean inmensamente felices y se cumplan todos sus sueños.

5º.- Esforzarme en ser un buen padre y buen ejemplo para mis dos princesas.

6º.- Que la gente que me rodea sea feliz, o al menos, que la vida no sea tan complicada como lo es en determinados momentos.

7º.- Que sepa, y pueda, llegar a Itaca.

8º.- Que sepa afrontar con valentía las tormentas y temporales que a veces se cruzan en mi rumbo.

9º.- Esforzarme en ser mejor persona.

10º.- Ser honesto conmigo mismo y con los que me rodean.



Este premio debe ser entregado a tres personas, y aquí es donde, espero que lo le siente mal a nadie, rompo las reglas y lo regalo a tod@s los que me leen y están ahi detrás; por que para todos creo que "NUNCA ES TARDE PARA EMPEZAR"

martes, 15 de julio de 2008

LA CASA DEL ACANTILADO Última Parte

Estuvimos unos segundos mirándonos en silencio, creo que ambos intentábamos ver que se escondía detrás de esos ojos. Un silencio sólo roto por el olor a azahar que desprendía la pipa. De repente ella se estiró como una gata hacia una esquina de la habitación, apartó un cojín y levantó una pequeña baldosa, introdujo la mano, sacó una caja diminuta.

Mientras todo ello ocurría yo la observaba sorprendido.

Volvió a donde se encontraba al principio con la caja en la mano. Una preciosa caja con espejos. La abrió, extrajo una jeringuilla, un limón, una pequeña navaja, una cuchara, un mechero, una goma y por último una papelina… ante mi mirada atónita, ella fue depositando todos los objetos, uno al lado de otro, de forma pausada. Era obvio lo que iba a hacer y no me apetecía nada estar presente, aún así, fue tal la sorpresa que durante unos minutos mis piernas parecían piedras de granito incapaces de moverse.

Al final me levanté, ella continuaba con los preparativos. Antes de salir de la habitación no pude evitar mirarla por última vez, ya tenía la aguja clavada en el antebrazo trasero.

Al llegar a la terraza encontré a Martín tumbado en la hamaca llorando, sus lágrimas eran rojas como la luz del atardecer. Me quedé de pie delante de él.

- Lo he intentado todo – me dijo con la voz entrecortada por la emoción – pero volvió a recaer y… no puedo hacer nada.

Le ofrecí un cigarro. Me senté a su lado, en el suelo y le cogí de la mano. No tenía fuerzas para decirle nada porque yo también, en esos momentos, me sentía derrotado.

- Hace unos seis meses empezó a tener fiebre, fuimos al médico del pueblo pero nada de lo que le recetó hizo efecto. Al final la llevé al Hospital, allí sabes cuando entras pero no cuando sales. Empezaron a realizarle pruebas, análisis, revisiones y que sé yo cuantas historias más…total para decirnos que como mucho le quedaban seis meses de vida. Nos dejaron marchar, ellos no podían hacer nada.

Descansó un momento para hechar una calada al cigarro, se apartó con las manos las lágrimas y continuó diciéndome:

- Cuando salimos del hospital me pidió que la dejara sola y la esperara en casa. Estuvo dos días sin aparecer, al final salí a buscarla. La incertidumbre me mataba, además tenía la certeza de donde podría hallarla…y no me equivoqué. Desde ese día sé que cada vez que sube a la torre es para pincharse pero ¿qué quieres que haga? – me preguntó pero sin esperar respuesta el mismo dijo – lo que le queda de vida que haga lo que le apetezca. No quiero privarla …

No terminó la frase, Martín, ese hombre que tenía delante, ese hombre que en un principió me pareció brusco y rudo se derrumbó.

Pasaron unos quince minutos antes de poder hablar.

- Martín, no puedo imaginarme el dolor que debes sentir, pero, joder, eso no justifica que la trates – por unos instantes busqué en mi cabeza el término correcto para no hundirlo más – de manera tan poco cariñosa.

- Tienes razón, pero es la persona que más amo en este mundo y se me está yendo... a veces me enfado porque llegará un momento en que nuestra cama será un lecho sin vida, dejará de ser un campo de batalla, lleno de sudor y con las sábanas revueltas para convertirse en una cama sin más, como otra cualquiera. Me enfado porque llegará un momento que por las mañanas no tendré a nadie con quien compartir el olor a tostadas y café recién hecho. Me enfado porque tengo la absoluta certeza de que llegará un momento en que no podré volver a rozar su piel mientras el sol cae rendido detrás de las montañas cansado de regalarnos calor y luz durante tantas horas. Ella – continuó diciéndome entre sollozos – se me va a ir igual, cansada de darme tanto amor, de dar luz a mi vida, de ayudarme a cumplir mis sueños. Ella dejo de vivir a su manera para vivir a mi manera y al final transformar mi manera y su manera en nuestra manera.

Apagó el cigarro con rabia contra el suelo justo en el instante en que María empezó a descender las escaleras.

Supe que mi papel había terminado.

Lo único que se me ocurrió decirle a ese hombre derrotado fue:

- Cuídate y…cuídala mientras tengas fuerzas.

Bajé por el túnel, llegué a la playa y me senté a ver como el agua se movía a través de mis piernas. Era como la vida, la mar se mete en tu cuerpo y ya sabes que pase lo que pase siempre formará parte de ti. Ellos también formaran parte de mí.


P.D. Esta historia está dedicada a la gente de mi generación, amigos que se quedaron en el camino enganchados a una papelina, gente con un futuro truncado por un “pico”.

HAIDEÉ MUCHAS GRACIAS Y PERDÓN POR LA TARDANZA


Estos días he andado sin tiempo para casi nada, de hecho es la primera vez y espero que sea la última que rompo una de mis normas, siempre he respondido a todos los comentarios pero de verdad, disculpadme, me ha sido totalmente imposible. Lo siento si alguien se ha sentido ofendido, desde luego nada más lejos de mi intención. Vosotros sois una parte importante de mi vida y jamás podría hacer algo, de manera consciente, algo que os molestara.



El premio me lo ha otorgado Haideé desde su página:



htpp://pensamientoliberado.blogspot.com





Gracias HAIDEÉ por el premio.






Como las normas son las mismas no hace falta repetirlas, simplemente deciros que me siento afortunado porque puedo repartir el premio a otras seis personas.





Estas son:





BAHHIA


EJCO


MIMUNDO


JOLIE


EL JARDIN DE LAS DELICIAS (BOSCO)


VERBO







viernes, 11 de julio de 2008

PREMIO RECIBIDO POR PARTE DE EJCO Y MIMUNDO


Hoy es un día especial para mí, algo tan sencillo como recibir un premio, en esta caso por parte de EJCO y MIMUNDO hace que ya de por sí sea especial y si encima es por partida doble más aún. No me queda más que agradeceros este regalo y más al saber que se refiere al esfuerzo personal. Para los que no lo sepan y siguiendo con las normas del premio los enlaces son:


EJCO: htpp://ejcomundo.blogspot.com/


MIMUNDO: htpp://mimundo43.blogspot.com/


Este premio conlleva las siguientes normas:


1. Se guarda el premio con el enlace correspondiente a la persona que te lo ha concedido.


Esta norma ya está cumplida.



2. Compartir seis valores importantes y seis que no soportas:


Valores importantes:


lealtad

honradez

amistad

tolerancia

respeto (hacia uno mismo y hacia los demás)

sinceridad



Valores que no soporto:


orgullo

hipocresia

envidia

racismo

intolerancia

prepotencia


3. Elegir a seis personas:


* SENDIEVA.

* LUCIA-M

* GISE

* EGO

* GUADA

* SARITISIMA


4. Avisar a los galardonados dejando un comentario en su blog.

jueves, 10 de julio de 2008

LA CASA DEL ACANTILADO 4ª Parte


Cuando llegamos arriba entendí rápidamente porque era el lugar más mágico de toda la casa. La habitación, de unos diez metros cuadrados, estaba rodeada de arcos árabes y sobre ellos unas telas blancas, casi transparentes, las cuales parecían levitar al son del poniente que soplaba en esos momentos. Telas que se movían de forma voluptuosa, telas que hacían juego con el vestido de María y no sólo por el color sino también por la sensualidad de sus formas. El suelo estaba lleno de cojines, tantos y tan variados en cuanto a colores y formas que impedían ver la superficie de la estancia.

Realmente no sabía que estaba haciendo yo en ese lugar y con aquella mujer sentada en el suelo delante de mí.

- Ponte cómodo.

A mí eso me pareció una obviedad, hubiera sido del todo imposible no sentirse cómodo en un lugar como aquel, pero en lo más íntimo de mi ser brotaba una inquietud, un desasosiego que me hacía estar alerta.

Ella cogió una pipa de agua y la encendió. El ambiente se llenó de un aroma a azahar difícil de describir. Por unos momentos me acordé del bar de los cristales en el bazar de El Cairo. Una vez encendida y tras haber expulsado unas cuantas bocanadas de humo, o al menos las suficiente para que tirara adecuadamente, me la pasó.

Ver a esa mujer chupar ávidamente la boquilla creo en mí una visión hipnótica, haciendo del todo imposible que mis ojos no se centraran en sus labios. Lo peor de todo es que ella era consciente de todo, tanto; que una de las veces, sacó la boquilla de sus labios, la rodeó con su lengua para al final, volver a introducírsela en la boca.

- Toma, prueba, seguro que te gusta.

Durante bastantes minutos estuvimos fumando, pero sin articular palabra, igual que cartujos, me atrevería a decir que sólo nuestros ojos y gestos hablaban. Al final fue ella la que rompió el silencio

- ¿Sorprendido?

- ¿De qué?

- De la situación.

- Depende.

Se acercó a mí con su mano abierta, cogió la boquilla de mi boca, aspiró para al final expulsar el humo en mi rostro. Lo hizo lentamente, muy lentamente, con la segura intención de impresionarme. Aguanté la mirada a pesar del escozor que notaba en mis pupilas.

- ¿Tus respuestas siempre son tan escuetas?

- No siempre, sólo cuando las preguntas son imprecisas.

- ¿Te sorprende que Martín me trate de esa forma
– hizo una pequeña pausa -un tanto despectiva?

Como no estaba muy seguro de la entonación, no me quedó más remedio que responderle:

- ¿Me lo preguntas o lo afirmas? Por que tanto en un caso como en otro eres perfectamente consciente de la respuesta, pero bueno, para que no te quede ninguna duda te diré que sí. Sin embargo – continué diciéndole – tengo la certeza de que conocías la respuesta a esa pregunta. No te lo tomes a mal, pero cuando estás con él pareces una niña rota, una muñeca que se compone y descompone en función de las piezas que tu marido quiera colocar.

Su rostro cambió, sus ojos parecían otros ojos, incluso sus labios…en realidad todo su cuerpo se transformó. Ante mi desapareció la sensualidad que envolvía a esa mujer, ahora me hallaba ante alguien desconocido. Sus ojos se clavaron violentamente en los míos.

- No tienes ni puta idea de nada.

Si pretendía impresionarme, de verdad que no lo consiguió, todo lo contrario.

- Vaya, parece que también os ponéis de acuerdo en lo que debéis decir a la gente – respondí, forzando un tono irónico - nunca me habían dicho en tan poco tiempo que no tengo ni puta idea de nada – al terminar la frase, aún con su dura mirada posada en la mía, sonreí. Un gesto que, al igual que el tono utilizado, la enfureció.

- Tú vives en tu mundo de barcos, de viajes, de gente “guapa”, gente sin problemas, gente…

No le dejé terminar la frase. Mi disposición a discutir otra vez sobre el bien y el mal había desaparecido. Era la primera vez que en un espacio de tiempo tan corto oía, de dos personas distintas, las mismas lamentaciones y por hoy, el cupo ya lo había cumplido. Me levanté con intención de marcharme.

- Ha sido un placer conocerte – eso no era del todo cierto pero tampoco me apetecía ser descortés – despídeme de tu marido y dile a tu hija, para que se quede tranquila y se alegre un poco, que ha conseguido que me lleve un moratón en la espinilla.

- ¿Por favor, espera, quédate un poco más? – me sorprendió su cambio de actitud. Volvía a ser esa muñeca rota en mil pedazos – Martín me ama, te lo aseguro. El es el único hombre que me ha hecho sentir importante, hizo que creyera en mi misma. El es ahora mi príncipe y yo – bajó la mirada, en esos momentos adiviné su vulnerabilidad - no era más que una bella princesa tirada en cualquier esquina a merced del primer hombre sin escrúpulos que pasara por mi lado y estuviera dispuesto a pagar para que se la chupara o para follar. Me daba igual lo que hiciera conmigo con tal de que me diera dinero para poder pagarme la droga. Un día apareció él y ¿sabes lo que me dijo? “¿Cuánto ganas en una noche?”, le mentí, me aproveché de su inocencia y le dije una cantidad que ni por asomo ganaba. Se fue para volver al cabo de un rato con el dinero que le había dicho, “toma, ahora ya no hace falta que estés aquí, puedes irte a casa”; yo le respondí que no tenía ningún lugar donde ir, que dormía en la calle y él, sin pedirme nada a cambio, me llevó a su casa. Durante unos días me trajo la droga que necesitaba, hasta que, cuando se enteró que estaba embarazada, me obligó a ir a un centro de desintoxicación. Estuve casi dos años interna y él, a cambio de nada, me esperó. El resto de la historia ya la conoces…bueno queda el final.

martes, 8 de julio de 2008

LA CASA DEL ACANTILADO 3ª Parte


Mentiría si no dijera que las miradas, el trato y obviamente esos golpes en los brazos creo un desasosiego en todo mi cuerpo. Pasé, en cuestión de segundos, de una sensación de tranquilidad a un azoramiento del todo desagradable.

- Brindemos – dijo Martín, acercando su cerveza a la mía – tú eres el invitado, elige por qué brindamos.

- Te parece bien por la vida.

- Por la buena vida
– matizó él.

Si he de ser sincero ese calificativo me pareció que sobraba, al menos en esos momentos y ante la situación que había observado instantes antes.

Después de unos sorbos y un silencio un tanto violento, Martín me preguntó qué es lo que me traía por ahí. La casualidad, le respondí yo, navego y cuando encuentro un sitio que me parece agradable atraco el barco. En este caso vi la playa, y el azar, el destino o llámale como quieras hizo que viera el agujero. Lo que sigue ya lo sabes.

- Y a ti ¿Qué te trajo aquí?

- Pues mira que casualidad, a mí me ocurrió igual. El destino, el azar o llámale como quieras – al repetir la frase noté cierta sorna en su tono de voz – hizo que conociera a María y el destino, el azar o llámale como quieras – me molestó que repitiera por segunda vez la misma oración además notaba cierto tono de provocación – nos puso en el camino de esta casa. Cuando la vimos estaba hecha una mierda, nos miraban como locos cuando quisimos comprarla. En cambio ahora, ya ves, es el paraíso.

Durante todo su monólogo en ningún momento aparto su mirada de la mía, quizás lo único que esperaba era ver mi reacción. Realmente no lo sé, pero era un hombre desconcertante. Tenía una forma de mirar que intimidaba. Bebió un sorbo de su cerveza, aproveché para hacer lo mismo.

- ¿Tú crees en el paraíso? – me preguntó, de sopetón, volviéndome a mirar fijamente.

- Ciertamente no lo sé, ni siquiera me lo he planteado, pero ¿sabes una cosa? – ahora fui yo el que utilizó, conscientemente, un tono agresivo – tengo claro que existe el infierno.

Mi respuesta provocó en él una sonora carcajada. Esperaba cualquier reacción pero no esa. Se tumbó hacia atrás en la hamaca mientras continuaba riéndose para, rápidamente y de forma brusca, acercar su cara a la mía.

- Tú no tienes ni puta idea de lo que es el infierno, no hay más que verte.

- Te equivocas, ahora eres tu el que no tiene ni puta idea de lo cerca que he estado del infierno, tan cerca que incluso el propio diablo estuvo a punto de darme la mano. La gente como tú os creéis que sólo a vosotros os ha jodido la vida y te equivocas Martín – utilicé su nombre con la clara intención de romper esa tensa situación que se había creado entre nosotros – no me conoces así que, permíteme un consejo, no juzgues a la gente sin conocerla.

- ¿Qué quieres decir con eso de la gente como tú? – me preguntó.

- Pues eso, creo que la vida te ha puteado, no lo sé y para serte sincero tampoco me importa – fui consciente que no debía haber dicho eso, a partir de ese momento utilicé un tono más conciliador - pero vosotros os creéis que sois los únicos con derecho a quejarse por lo mal que os ha tratado el destino. Aprovecháis cualquier ocasión para contar que la vida es injusta, que os merecíais otra suerte y pensáis que a los demás mortales la vida nos regaló una buena mano y que en algunos casos incluso dejó que nos guardáramos un as en la manga. No niego que pueda darse el caso, pero te aseguro que a mí nadie me ha regalado nada.

Al fin, cuando terminé de hablar, apartó la mirada, dando la sensación de que una vez puestas las cartas sobre la mesa, todo debía volver a la normalidad.

- María, María.

A los pocos segundos apareció la que supuse que sería su mujer.

- Pon un cubierto más en la mesa, hoy tenemos invitado.

- No gracias, de verdad, no quiero molestar.

- No es ninguna molestia
– respondió él volviendo a utilizar un tono cordial, incluso afectuoso – son las dos de la tarde y además María cocina de miedo, cariño ¿verdad qué no te importa?

- En absoluto, será un placer.


Ella me miró y pude notar en su cara cierta complacencia e incluso me atrevería a decir que realmente fue sincera cuando dijo “será un placer”. Por un momento llegué a pensar que su comportamiento, su estado de ánimo, iba en función de cómo se encontrara su marido. El la contagiaba, para bien y para mal.

La comida fue realmente agradable, mucho más de lo que yo hubiera imaginado, la conversación giró, básicamente, en mis viajes, me “obligaron” a que les contara anécdotas sobre la mar. El único inconveniente que tuve fue la pequeña, estaba sentada enfrente de mí y se pasó la mayor parte de la comida pegándome patadas en la espinilla. Como vio que ni me inmutaba ante tamaña tortura, es más, cuanto más me pegaba más sonreía yo, eso la mortificaba y a mí, por el contrario, me hacía disfrutar. En sus ojos se reflejaba la rabia del que intenta hacer daño y no lo consigue.

Cuando terminamos de comer Marín y María abandonaron la mesa, entraron en casa. La niña también se marchó. Aproveché para ir recogiendo la mesa, al poco rato salió ella.


- Déjalo, luego lo recogemos. Ven – dijo mientras me ofrecía su mano – te voy a enseñar un sitio mágico, el lugar mas especial de toda la casa.

Hipnotizado por esa mirada no pude más que aceptar la invitación. Cogí su mano y me dejé llevar. Subimos por unas escaleras exteriores a una especie de torreón.

- ¿Y tu marido?

No contestó a mi pregunta, simplemente se giró y con sus dedos tapó mi boca.

jueves, 3 de julio de 2008

LA CASA DEL ACANTILADO 2ª Parte

Me paré unos segundos antes de salir al exterior. En esos momentos me dio la sensación de que estaba adentrándome en un territorio prohibido. Un lugar al que nadie me había invitado; pero de nuevo la tentación pudo más que la razón. Salí de la cueva, momento en el cual me di cuenta que me hallaba en uno de los laterales del muro blanco que había divisado desde la playa, ahora parecían mucho más altos, de hecho medirían alrededor de unos dos metros. En esa parte del muro había unos escalones de madera por las cuales se accedía al patio de la casa. Subí un par de escalones, miré hacia el interior... ver ese patio hizo que me inundara una sensación de paz increíble.

Seguí dando rienda suelta a la tentación…me colé en su interior.

El patio tenía tres muros y en medio había una mesa de madera con cuatro sillas de mimbre. Encima de la mesa, en un lateral, me fascinó ver una enorme bandeja repleta de conchas, había de todos los tamaños, formas y colores; otro de los laterales de esa madera sin pulir estaba repleto de velas de todos los colores y tamaños. En uno de los lados del muro, pegado a él, habían construido un banco de obra, un enorme banco, cubierto por cojines blancos. En otro de los muros se hallaba una cocina de obra y a su lado una pila de mármol. El otro muro es donde me hallaba en esos momentos y cerrando el cuadrado la pared de una casa, de cuyo lateral crecían bugambillas. Ëstas, junto con las hojas de parras que se enredaban entre el mimbre a forma de tejado, proporcionaban sombra, pero a la vez permitían que los rayos del sol se filtraran entre las hojas, formando un juego de luces increíble. Soplaba un poniente suave, con lo que el balanceo de las parras acompasaba las sombras que se reflejaban en las baldosas de barro que cubrían el suelo, de tal manera que daba la sensación de que éste tuviera vida propia.

Salí de ese patio y rodeé la casa, me di cuenta que en su zona oeste tenía un pequeño porche. El que había construido esa finca tuvo la magnífica idea de construir dos zonas con las que poder disfrutar tanto de los amaneceres como de los atardeceres. El porche era más pequeño que el patio que había visto antes, pero no por ello menos acogedor. Había cuatro tumbonas de madera y tela blanca. De los muros sobresalían unas pequeñas repisas hechas de obra y encima de ellas, una al lado de otra y al igual que en el patio que daba al este, había velas, infinidad de ellas.

A diferencia del primer patio, el segundo, estaba recubierto de pequeñas cañas de bambú. De las paredes que rodeaban la puerta de entrada a la casa pendían suaves telas blancas, ligeras, suaves. Tan frágiles que la propia respiración provocaba un leve movimiento en esas blancas cortinas.

Me quedé absorto mirando esa escena, intentando imaginármela de noche, con todas las velas encendidas. Sin duda un lugar mágico.

- ¿Qué estás mirando?

Me giré para ver a quien correspondía esa voz chillona que había roto el encantamiento. Era una niña preciosa, rubia y blanca, con unos ojos marrones de color miel que apabullaban. Calculé que no tendría más de nueve o diez años.

- ¿Quién te ha dado permiso para estar aquí? – siguió preguntándome para al final terminar con una amenaza – te vas a enterar cuando se lo diga a mi padre – sin darme tiempo a explicarme empezó a bramar - ¡Papá! ¡Papá! Un hombre está entrando en casa.

- tranquilo, no pasa nada, no quiero entrar, sólo estoy mirando.

Intenté por todos los medios, con mi mirada, con mis manos abiertas para que viera que no llevaba nada (de hecho sólo llevaba el bañador y una pequeña riñonera), procuré que mi voz sonara lo más conciliadora posible…pero fue en vano.

- ¡papá! ¡papá!, ven corre.

En unos instantes apareció un hombre, se paró a unos dos metros de donde yo me encontraba. No me dijo nada, pero me miró, o mejor dicho, me observó detenidamente de arriba abajo. Me dio la sensación que sería de mi edad pero desde luego era mucho más corpulento y algo más alto. Yo también le observé, pero procurando que mi mirada no pareciera un reto. Era todo lo contrario a la niña… tez morena, ojos negros y un pelo azabache. Era la antítesis a esa hermosa criatura que unos instantes antes había implorado su presencia.

- buenos días, ¿desea algo?
- su tono de voz no sonó a amenaza, lo cual hizo que me tranquilizara.

- no, mire estaba paseando por la playa, he visto el agujero en el acantilado y he acabado aquí – intenté resumir lo que había sucedido para evitar malentendidos - Luego he dado una vuelta por la casa pero no se preocupe que ahora me marcho.

El hombre se acercó hacia mí alargando la mano.

- me llamo Martín.

- encantado, yo soy Xavi.

El haber pasado del tratamiento de usted al tuteo hizo que me tranquilizara.

Me gustó como estrechaba la mano. Siempre me ha producido cierta desazón la gente que aprieta la mano con miedo, justo con los cuatro dedos, como si no quisiera tocarte y tendiera la mano porque no queda más remedio. Martín no, él apretó la mano con fuerza pero sin hacer daño, con ganas de que se apretón fuera real. En principio nada parecía superfluo en ese hombre.

La pequeña miraba perpleja, seguramente ella no entendía como su padre ofrecía la mano a un hombre que, sin permiso, se había metido en su casa. Es más, creo que en sus ojos había incluso una sensación de rabia…o de haber hecho el ridículo; pero bueno a su edad, y a mi edad a veces también, es difícil comprender a los mayores.

- ¿quieres tomar algo?, hoy pega el sol con ganas.

Antes de responderle miré de reojo a la niña, le guiñe el ojo, quería que viera que estaba ahí en son de paz. Ella giró la cara despechada, se dio la vuelta altiva, su melena rubia agitándose con gracia. Yo la continué mirando, sonriendo y cuando se había alejado unos pasos puso su mano derecha a la espalda para cerrar el puño al tiempo que levantaba el dedo corazón. Ese gesto me sorprendió, pero no por ello evitó que me riera ante la ocurrencia de esa pequeña niña.

De mayor será una mujer con carácter – pensé.

- si tienes una cerveza bien fresca te lo agradecería.

- siéntate, ahora traigo unas cervezas.

Me tumbé sobre la tela blanca, observando con detenimiento el vaivén de las sutiles telas.

Luego cerré los ojos pero aún así notaba como los rayos del sol me calentaban la cara. Noté la presencia de una persona porque por un momento, la luz se apagó. Pensé que era Martín con las cervezas. Abrí los ojos mientras me incorporaba, pero no era él.

- toma me ha dicho mi marido que os traiga dos cervezas.

Esa mujer que ahora tenía delante de mis ojos era la viva imagen de la niña. No hacía falta ser buen fisonomista para darse cuenta que eran como dos gotas de agua. Me incorporé. Le ofrecí mi mano. Ella no me ofreció la suya.

- hola soy Xavi.

No me respondió ni al ofrecimiento de mi saludo ni tampoco me dijo cómo se llamaba, se limitó a decir:

- os dejo aquí las cervezas, Martín ahora viene.

Cuando se dio la vuelta para entrar de nuevo en la casa, pude ver como tenía la parte trasera de los brazos llena de hematomas.

- espera, tú no te quedas a tomar nada.

Ella ni se giró. Justo cuando terminé la frase salió Martín.

- ya puedes volver para dentro – le ordenó sin mirarle a la cara.

Mientras Martín venía hacia mí y sabiendo que no podía verla, antes de entrar en la casa se dio la vuelta y me miró, pero sólo fue un instante.




POR DIOS...OTRO PREMIO


Untrocitodemi ha tenido la amabilidad de regalarme otro premio. Muchísimas gracias y como soy un animal de costumbres yo os lo regalo a todos vosotros.


¡FELICIDADES!