martes, 26 de febrero de 2008

EL CAPITÁN SURCA DE NUEVO LOS MARES



Ahora, mientras escribo estas líneas en el cuaderno de bitácora, mi alma está llena de sensaciones contradictorias; emociones difíciles de explicar con palabras. Quiero escribir tantas cosas y tan rápido…no quiero que nada se me olvide, fluyen las ideas a borbotones, intento parar un momento…pero no puedo y me pregunto si seré capaz de transformar mis pensamientos, completamente desordenados, en palabras y frases con sentido.

El viejo capitán se ha ido, en su casa las persianas están bajadas y en el bar lo único que hay es un trozo de folio donde pone: “CERRADO POR LA NECESIDAD DE VOLVER A UN MUNDO QUE JAMÁS DEBIMOS ABANDONAR”.

Por un lado me alegro por él, ahora estará navegando con todo el velamen desplegado, intentando que el viento entre por popa y golpee con fuerza la mayor. Imagino la goleta levantando la espuma del mar al golpear las olas provocadas por el poniente, imagino el viejo barco cruzando el estrecho de Gibraltar amurado a estribor, imagino la cubierta llena de agua confundiéndose con el mar.

Por otro lado no entiendo que se haya ido sin despedirse; me hubiera gustado tomarme una última cerveza, me hubiera conformado con un simple apretón de manos, con un “quizás nos volveremos a ver”.

Lo único que tengo del viejo marino es una cajita que me ha traído uno de los marineros del puerto. En su interior hay una pequeña goleta dentro de una botella y una carta manuscrita. En la misiva pone:

“Siento haber zarpado sin despedirme, pero ya sabes como somos los marinos, nos vamos cuando las condiciones climatológicas son benignas y te aseguro que en estos momentos los vientos, las corrientes y mis sentimientos eran favorables para la navegación; quizás como nunca lo habían sido.

Ahora que te he conocido es cuando me he dado cuenta que yo ya encontré mi Itaca. Releyendo mis libros de navegación, viendo otra vez las fotografías, las láminas de Gauguin… supe que me había equivocado. Me quedan pocos años para enmendar los errores y no puedo esperar.

Un fuerte abrazo y suerte en tu destino. Espero que los vientos te sean favorables y puedas llegar a tu Itaca”

jueves, 21 de febrero de 2008

EL CAPITÁN 3ª Parte

Esta mañana mientras limpiaba el Puma he visto pasear por el puerto a la camarera del bar donde estuvimos el capitán y yo tomando una cerveza. Se ha parado delante de una vieja barca de pescadores, ha estado un buen rato y, la verdad, no sé lo que le habrán dicho pero desde luego algo gracioso por que se ha estado riendo. Luego se ha ido hacia la bocana del puerto, iba andando tranquilamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

He estado un buen rato observándola, tenía una cierta curiosidad por averiguar a donde se dirigía. Para mi sorpresa, se ha parado delante de la hermosa goleta del capitán, ha estado paseando de un lado a otro, luego ha subido a la cubierta. Una vez arriba me ha dado la impresión, aunque no puedo asegurarlo por que había otros barcos que me tapaban la visión, que se ha estado paseando de popa a proa. Mientras caminaba iba acariciando la vieja, pero muy bien cuidada, madera. Luego se ha sentado apoyando la espalda en el palo mayor. Yo he continuado con mis quehaceres cotidianos en el interior del camarote.

Al terminar he salido de nuevo, he mirado hacia la goleta y ya no estaba. Durante el resto del día no he vuelto a ver a la joven. Después de cenar me he dirigido al bar, había quedado con el viejo marino para tomar unas cervezas.

Cuando he llegado al local el capitán se encontraba detrás de la barra hablando animadamente con la camarera. Al verme ha salido a la terraza con dos cervezas en la mano y la pipa en la boca.

Hemos estado hablando de mi vida y de su vida, sin duda mucho más interesante que la mía, de viajes con destino final y de viajes sin ruta ni destino. Después de hablar un buen rato me invitó a ir a su casa. Me sorprendió, pero por supuesto, acepté.

Llegamos a su casa. Me dio la impresión que era bastante grande. Subimos a una especie de estudio. Estaba lleno de libros, una pequeña tele, láminas de barcos, antiguos mapamundis, muchas fotos, cartas náuticas y lo más sorprendente, una de las paredes estaba llena de litografías de Gauguin, concretamente de la época que estuvo en la Polinesia.

- no te importa quedarte solo un momento, voy a ver a mi mujer y de paso subo algo para beber… por supuesto ron – afirmó sin posibilidad de discusión – a partir de cierta hora de la noche un marino que se precie – puso mucho énfasis en esta última frase – no puede tomar otra licor que no sea ron.

Mientras se fue me quedé mirando el lomo de los libros, la mayoría hacían referencia a temas náuticos, incluidas las novelas de Patrick O´Brian (qué buenos los personajes que creo, el capitán Jack Aubrey y el cirujano naval Stephen Maturin). Recuerdo que luego se hizo una película “Master and Commander”, protagonizada por Russell Crowe, en la cual interpretaba al capitán Aubrey.

Estuve observando las fotografías. En algunas se veía al capitán en compañía de una mujer, supuse que sería su esposa. Había fotos fantásticas de los mares del Sur, Tahití, la Polinesia. Me detuve en una foto en la que se veía a una adolescente, me sorprendió, creo que era…

Entró el capitán en el preciso momento en que tenía esa foto en la mano. La posé con cuidado. Se notaba que el viejo marino era un hombre sumamente ordenado, me di cuenta que no dejaba nada al azar, cada objeto ocupaba un lugar perfectamente establecido. Me dio la impresión que su mundo era como un jardín zen, en el que todo el universo giraba alrededor de la mar.

- por lo que veo le gustan los cuadros de Gauguin – pregunté.

- cuando mi mujer y yo éramos novios íbamos a la biblioteca del pueblo y pasábamos las tardes viendo libros de fotografías de barcos y de mapas del mundo. Un día descubrimos a Gauguin. Nos quedamos prendados de los cuadros que pintó cuando estuvo en la Polinesia. Ella y yo – continuó diciéndome el capitán – crecimos con nuestro sueño. Teníamos la certeza que un día compraríamos un barco y navegaríamos por todas y cada una de las islas que componen los mares del sur…y así fue. Recuerdo aquella época como la más feliz de mi vida. No he visto mar más azul ni arena más blanca. Éramos libres, nada ni nadie nos ataba a un lugar fijo. Fondeábamos en cualquier isla, pequeña o grande. A veces buscábamos un puerto por que había que calafatear la vieja goleta.

Bebió un sorbo del vaso de ron y se encendió la pipa. El característico olor a tabaco de pipa invadió el ambiente. Yo preferí un cigarrillo.

- tengo fotos de esos viajes, pero no hacen justicia. En esos lugares todo está revestido de una suntuosidad que abruma y no sólo me refiero a lo que está en tierra, también lo que se encuentra debajo del mar – hizo una pausa y con una media sonrisa me dijo - por desgracia las tormentas también suelen ser imponentes.

Se levantó y se dirigió hacia la estantería. Vi que cogía algo parecido a un cuaderno de bitácora. Lo abrió, buscó una página y me lo dio para que lo leyera.

- te importaría leerlo en voz alta – me dijo - así podré cerrar los ojos e imaginarme de nuevo en medio del Pacífico.

“Con el trapo libre, el viento aguanta en 20 nudos por la aleta de estribor, las olas han ido creciendo hasta hacerse gruesas, y hemos soportado dos noches de lluvia suave y constante y chubascos fuertes a ratos. La mayor se mantiene de momento arriada, tenemos un pequeño contratiempo en el mástil que esperamos resolver pronto. La cubierta vuelve a ser lo que era, un trozo más de mar.

La noche está cubierta y preparamos las velas para recibir los chubascos. No hay luna, es difícil saber dónde acaba el mar y dónde empieza el cielo. El horizonte ha desaparecido. De vez en cuando enormes rompientes brillan por el través y nos sacuden.

Una ola de viento del Nordeste se ha subido a lomos del olón gigante que viene del Norte... El viento nos deja en la estacada... El timonel intenta darle la popa al monstruo que se nos echa encima”


Cuando levanté la vista del relato vi que el viejo marino se había dormido. Lo tumbó el temporal, pensé. Me fui, intentando no hacer mucho ruido, pero antes miré la fotografía donde estaba esa adolescente…sin duda era ella.

Ya en el piso de abajo observé, a través de una puerta entreabierta, a una mujer tumbada en una cama. Durante unos instantes estuve tentado de entrar, tenía verdadera curiosidad por ver a la mujer del capitán; al final no entré. Me dio la sensación que sería como violar un espacio que no me correspondía.

lunes, 18 de febrero de 2008

EL CAPITÁN 2ª Parte

Después de varios días intentando ver al viejo marino hoy, por fin, le veo aparecer. Viene andando de forma pausada y al fijarme mas detenidamente en su silueta me doy cuenta que sufre una fuerte cojera en la pierna derecha.

En la terraza del bar solo hay una pareja y yo. Están tan cerca el uno del otro que, visto desde fuera, parece que su mundo se componga únicamente de la mesa y de las dos sillas donde se encuentran. Esos tres objetos son testigos mudos de sus confidencias. En el interior del local hay una mujer de unos treinta años, morena y muy guapa. El capitán habla con ella y luego se sienta en la terraza, en una mesa cercana a la mía. Me saluda, agacha la cabeza educadamente y luego con una media sonrisa, me señala a esa pareja de jóvenes. Se nota que están enamorados – me dice en voz baja. Creo que sí – le respondo yo sonriendo.

Al final se sienta a mi lado y le hace una seña a la camarera para que traiga dos cervezas.

- Tu eres el del Puma – no sé si preguntaba o afirmaba. Sí – respondí yo – está un poco viejo pero aguanta bien en alta mar.

- Yo tengo la vieja goleta de dos palos que está atracada en la bocana del puerto. Ahora no navego, pero un marino nunca sabe cuando llegará el momento de soltar amarras de nuevo, así que la cuido y la mimo como si mañana mismo tuviera que partir.

- Es realmente preciosa – le dije - es ese tipo de barco que uno sueña de pequeñito, cuando lee aventuras de piratas.

Luego me contó que su mujer y él la habían comprado con la indemnización que le dieron por el accidente que casi le cuesta la pierna. Los dos eran de Portsmouth, un pueblo de la costa inglesa. Allí está atracado, para admiración de todos, el Victory, el barco de la armada inglesa que luchó en la batalla de Trafalgar al mando del Almirante Nelson.

- En mi pueblo, cuando salíamos de la escuela, íbamos al puerto a ver el barco. Jugábamos en los muelles, inventábamos historias de piratas y corsarios, nos enrolábamos como grumetes, nos imaginábamos navegando por los mares del sur. - Hizo una pausa para encender la pipa - Mis amigos sólo jugaban, pero yo – me dijo muy serio y mirándome a los ojos – estaba seguro de que algún día tendría un barco con el que cumplir mis sueños.

- Un día, mi mujer y yo, nos hicimos a la mar. Recuerdo perfectamente la primera tormenta. Fue al cruzar Finisterre, un viento fuerte empezó a soplar por popa, olas de tres y cuatro metros, la goleta volaba, cabeceaba con furia. Daba la impresión de que el mar se había vuelto loco. Mi mujer tuvo que subir a cubierta, a echarme una mano. El agua entraba por todos lados. Me dolían las manos de la fuerza con que agarraba el timón. La verdad es que pasamos miedo. Dicen que la primera tormenta fuerte es como el primer amor. Los dos dan miedo por las sensaciones nuevas y desconocidas que producen en nuestro cuerpo.

Me hablaba con tanta admiración de su mujer, le brillaban tanto los ojos cuando hablaba de ella, que no pude evitar preguntarle:

- ¿dónde está ella?

- Ves esa casa, la de la terraza – me señaló con la mano una hermosa casa situada en un lado del puerto, delante del paseo marítimo- ella está allí. Cuando navegábamos por el Mediterráneo, se puso enferma, aguantó unos días hasta que atracamos en Valencia. Le diagnosticaron esclerosis múltiple. Nos vinimos a este pueblo, la ciudad no le proporcionaba la tranquilidad que ella necesitaba. Ahora sólo bajo al puerto por la noche, cuando ella duerme. Vengo al bar, a ver si encuentro a un marino con el que poder hablar. Pero las noches que hace viento me quedo con ella en casa. Esas noches – continuo diciéndome – acerco la cama a la terraza y abro la ventana. A ella le gusta sentir el viento en la cara, le gusta oír como ruge el mar y como el olor a sal invade el ambiente.

jueves, 14 de febrero de 2008

EL CAPITÁN 1ª Parte

Pensaba quedarme en cubierta después de cenar, pero el tiempo ha cambiado y me he visto obligado a refugiarme dentro de mi pequeño camarote. No sobra el espacio, pero es como una pequeña caja de sorpresas, o como esas muñecas rusas, del interior de una sale otra y así sucesivamente. El interior de un barco es igual.

Esta tarde he amarrado en el puerto de Gandía, he tenido suerte, no había excesivos barcos y he podido escoger un pantalán a resguardo de la bocana del puerto. Prefiero así, no sea que por la noche empiece a soplar viento fuerte.

Después de los tramites, necesarios y aburridos, he ido a dar una vuelta por el puerto. Me gusta ver, o mejor dicho mirar, otros barcos, y no sólo me refiero a los deportivos, también las barcas de pescadores. Me gusta observarles mientras limpian las redes, o preparan los aparejos. Me gusta oírles, escuchar como explican de manera clara y precisa su salida a la mar, o la pesca del día. Me he detenido delante de una barca en la que dos hombres estaban quitando el pescado de las redes, esa escena me ha recordado viejos caminos y caminantes. Al verme parado, uno de ellos ha levantado la cabeza a modo de saludo, le he correspondido de la misma manera. He estado unos minutos más, después he continuado mi paseo por el puerto.

Me he sentado en la terraza de un bar, se llamaba “El Capitán”. En una de las paredes que daba a la calle tenía un mapamundi inmenso, y alrededor laminas de antiguas goletas. En la otra pared tenía dibujada la silueta inequívoca de un marinero, con su gorra de plato, su pipa en la boca y una barba blanca, sin bigote, y perfectamente recortada alrededor de la mandíbula. Viendo todo el conjunto uno se da cuenta del porqué de ese nombre. Estaba tomando notas en mi cuaderno cuando se acercó el camarero, al levantar la vista vi que la silueta dibujada en la pared era él…”el capitán”. Al preguntarme qué quería tomar me di cuenta que, a pesar de hablar perfectamente castellano, tenía un acento peculiar, como extranjero. Me trajo una cerveza, luego se refugió de nuevo en el interior del local.

Mi imaginación empezó a volar, “el capitán” estaba detrás de la barra, pero yo me lo imaginaba detrás del timón de una elegante goleta, con todo el velamen desplegado, girando a sotavento, con vientos de treinta y cuarenta nudos, intentando cruzar donde América del sur termina, el cabo de Hornos. Considerado por los viejos marinos como uno de los mares más difíciles. La goleta cabeceando, enfrentándose a olas enormes, con los williwaws soplando de arriba hacia abajo, vientos que te tienen contra el agua, obligándote a escorar incluso hasta los 90º. Dicen que en ese lugar es donde el mar es más libre, no hay nada ni nadie que consiga domar su ímpetu. Pero a pesar de todo el viejo capitán, empapado de agua, asía con fuerza el timón, miraba la mayor, mesana, el infinito, intentando averiguar dónde terminaba ese infierno de viento y agua…

Le miré, vi como se encendía la pipa, el humo salía de la cazoleta y sus ojos estaban vidriosos. No sé si es por el humo o porque miraba el mapamundi rodeado de goletas, de sus viejas goletas…

Estos días intentaré hablar con el capitán, a ver si me cuenta una hermosa historia de viejos lobos marinos.

martes, 12 de febrero de 2008

BUENA VISTA SOCIAL CLUB


El tiempo continúa siendo favorable para la navegación, sopla un levante suave, pero suficiente para que la vela mayor y el trinquete cojan fuerza. Estoy navegando a unas dos millas de la costa levantina. Desde cubierta, con el sol de cara, se observa la silueta de las montañas de Denia recortándose sobre el horizonte. Esta noche atracaré en el puerto, llevo unos días sin ver y sin hablar con nadie, al menos cara a cara, y me apetece sentarme en una terraza, ver pasar la gente y charlar, si surge la ocasión, con el camarero de turno. En ese oficio hay de todo, pero siempre he procurado llevarme bien con ellos, algunos son una fuente de sabiduría.

Mientras la proa enfila la localidad alicantina, en los altavoces de cubierta suena una música buenísima “Buena Vista Social Club”.

El nombre se debe al Club Social Buenavista, una sociedad habanera fundada en las primeras décadas del siglo XX. Estaba compuesta por trabajadores y gente humilde de raza negra. Pero lo que realmente hizo famoso el nombre de esta sociedad cubana fue el premio Grammy otorgado en 1998 por el Cd “Buena Vista Social Club”. Posteriormente el director Wim Wenders, junto con el compositor, Ry Cooder, grabaron un documental sobre este Club.

Mientras me acerco al puerto de Denia, les dejo a todos ustedes con la maravillosa orquesta BUENA VISTA SOCIAL CLUB, espero que les guste, y disfruten, tanto como yo disfruto escuchándolos.


domingo, 10 de febrero de 2008

ANTONIO LOPEZ

Termino de comer y me siento en la cubierta de mi barco. Hace una tarde preciosa, buena temperatura, la mar está en calma y hace un sol esplendido.

Mientras tomo el café, releo un libro de pintura sobre Antonio López, uno de mis pintores favoritos. En la primera página, tengo la costumbre de anotar la fecha de compra, está escrito el lugar donde lo compré y la fecha: 11-04-97. En aquella época yo estaba apuntado a una academia de pintura. De hecho me atreví a realizar, con ayuda del profesor, una copia parcial de uno de los cuadros de Antonio López, concretamente de “La terraza de Lucio”.

Este artista pinta cuadros realistas, de todo tipo y de cualquier tema, pero a mí los que más me gustan son los que utiliza como modelo a la ciudad de Madrid. Me imagino que muchos ya habréis visto sus cuadros, en caso contrario en el Reina Sofía hay alguno expuesto y también esculturas.

Hay varios cuadros que me gustan especialmente, uno es “Madrid desde Torres Blancas, 1976-1982”. Este cuadro termina cuando decide el artista, si tenéis ocasión de verlo, fijaos bien, está inacabado; pero lo más mágico es que si él decidiera continuar podría hacerlo. De alguna manera este lienzo crece a medida que va creciendo la ciudad.
Otro de mis favoritos, y muy conocido, es “Gran Vía, 1974-1981”, este cuadro marca una temporalidad, el reloj digital indica las 06:30, inquietante. Al mirarlo uno nota la soledad que se puede sentir una gran ciudad.

Un saludo y espero que os gusten.

jueves, 7 de febrero de 2008

VAYA FAENA


Esta mañana me he levantado temprano. Mientras me preparaba el café he encendido la radio, la emisora que estaba sintonizada no hacía más que hablar del las elecciones del 9-M, de las primarias americanas (espero que gane Obama), de la ilegalización de ANV y EHAK, de la bronca entre Gallardón y Aguirre, y otras cantinelas. Al final uno se cansa de oír siempre lo mismo a los mismos, así que opté por mover el dial.

Sintonicé una emisora de música, sonaba una canción de Mala Rodríguez, cuando terminó la canción el presentador del programa dijo algo así como: “ahora que llame gente que conozca casos de bodas que se han anulado en el último momento”. Esto venía al caso de la noticia que ha salido en la prensa francesa en la cual se dice que Sarkozy le mandó un SMS a su ex-mujer donde ponía “si vuelves, lo anulo todo”. Lo curioso, por calificarlo de alguna manera, es que el mensaje lo envió ocho días antes de su boda con Carla Bruni.

A los pocos segundos ha llamado una chica diciendo que una amiga suya se iba a casar en marzo pero que ha conocido a otro chico y se ha enamorado hasta las trancas. Resumiendo, no habrá boda. Hasta aquí, todo normal, nadie está libre de conocer a otra persona y enamorarte perdidamente. Lo que me parece mal es que al novio nadie le ha dicho nada. La chica que ha llamado a la radio, que por cierto iba de testigo en esa boda, comentaba que todos sabían que no habría boda, excepto el futuro marido y actual carnudo.

Entiendo que alguien se pueda enamorar de nuevo, nadie está libre de conocer a otra persona; entiendo que te puedas desenamorar, pero lo que no entiendo es que no tengas la valentía de decírselo a tu pareja.

Al final ocurre lo de siempre, el último en enterarse es el perjudicado.

miércoles, 6 de febrero de 2008

SOY AFORTUNADO

Hace una noche espléndida, de esas noches especiales que de vez en cuando, en invierno, te regala el Mediterráneo. Sentado en la cubierta de mi velero observo el universo arriba, abajo la mar, a babor el infinito y a estribor las luces del puerto de Oliva (Valencia).

He parado el motor. Los únicos sonidos que se oyen son el suave golpeteo del agua en el casco del barco y mi alma agitándose dentro de mi cuerpo. Llevo unos días que me noto feliz, tampoco sé a ciencia cierta el motivo de tal felicidad, pero sí, la verdad es que me siento dichoso. Tengo todo, o casi todo, lo que un hombre puede desear y lo que es más importante, me siento bien conmigo mismo.

A estas horas, en medio de la inmensidad de la mar, en mi barco, tengo total libertad para transgredir las normas impuestas. Con nocturnidad y alevosía, con muchos defectos y pocas virtudes, con muchas dudas y casi ninguna certeza, aún así y todo, ahora soy yo el único que decide qué hacer o qué no hacer, qué rumbo tomar o si atraco en puerto, si navego a vela o a motor. Yo decido mi destino.

Soy afortunado, disfruto permanentemente de la compañía de la mar. Mis recuerdos de infancia, los primeros olores e incluso el sabor del agua salada en los primeros chapuzones; el primer paseo adolescente, agarrado de la mano de otra adolescente, teniendo como alfombra la arena mojada de la orilla de la playa; la primera borrachera infame, teniendo como una gran colchoneta la arena mojada de la orilla de la playa, que amortigua la caída del cuerpo completamente ebrio; el primer beso, que hace que tu cuerpo se estremezca y que la luna, afortunada testigo, ilumine con su luz plateada, las pequeñas olas que rompen al llegar a tierra; la primera sirena que te aborda en medio del mar, hipnotizándote con su mirada y con su hermosa cola plateada. Mi vida está en la mar y yo, cierro los ojos, y estoy con ella.

La siento tan cerca que me hace feliz, inmensamente feliz por todo lo que con ella he vivido, lo que vivo y lo que me queda por vivir. Quizás sea ella mi Itaca, quizás no tenga que llegar a ningún sitio porque hace tiempo que llegué. No lo sé, lo único cierto es que la mar es mi referente y ella sabe que la amo y la necesito.

Dejo de escribir en mi cuaderno de bitácora para deleitarme en esta noche maravillosa que tengo la suerte de presenciar. Ojalá, creo que así será, la mar me brinde otras noches mágicas. Os las contaré, lo prometo.

domingo, 3 de febrero de 2008

UNA DIFÍCIL DECISIÓN


Para entender qué significa este post, primero hay que leer uno publicado en el mes de octubre, titulado “MIS ABUELOS TAMBIÉN FUERON MÁRTIRES”. En ese post cuento el inicio de la historia y en éste de febrero espero no contar el final, sino un paso intermedio. Sin embargo tengo serias dudas sobre si algún día seré capaz de cerrar un círculo que jamás debió abrirse.

Acabó de recibir por correo electrónico unas fotografías de dos familias. Me las han hecho llegar a sabiendas que puede dolerme, pero que también aclararán dudas sobre una parte de mi pasado totalmente desconocida.

En una de las fotografías se ve a mi abuelo, el primero por la derecha, con su otra mujer y sus dos hijos. La otra fotografía es de la boda de su hija. Junto a las fotografías me mandan unas cartas que mandó mi abuelo desde el exilio a un hermano suyo que vivía en Cataluña, en ellas no pregunta por mi abuela, ni por mi madre ni por su otra hija…y eso duele. En ellas habla de sus otros hijos, de su mujer, describe como es su nuevo pueblo, a qué se dedica; pero ni una palabra que haga referencia a su pasado.

No le reprocho nada, lo digo de corazón, quizás si yo me hubiera visto en sus circunstancias hubiera obrado de la misma manera, no lo sé. Me duele por mi madre y me duele más por mi abuela, por la vida tan dura que tuvo que pasar y por las muchas lágrimas que derramó.

Ahora, viendo las fotos me pregunto: ¿debería ir y decirles que hay otra familia con la misma sangre?.

viernes, 1 de febrero de 2008

HAGAMOS UN TRATO

Está lloviendo, por las pequeñas ventanas del camarote veo que resbalan lentamente las gotas de lluvia. Como la vida, van siguiendo distintas rutas, algunas se juntan; otras, por el contrario, no se llegan ni a rozar, pero tanto unas como otras empiezan y terminan en el mismo sitio.

La vida está compuesta de pequeños y mágicos momentos; como gotas de lluvia, pequeñas y mágicas. Esas pequeñas gotas que resbalan por el cristal no deber ser tocadas, ni siquiera rozadas, por nuestros dedos; debemos dejar que sigan su camino para que al final confluyan en un mismo punto…o no.

Hace un poco de frío, opto por no salir a cubierta. Enciendo una pequeña lámpara, pongo a Bebo y a Cigala, suena una de mis canciones preferidas “Eu sei que voy te amar” y, no por casualidad, leo el poema de Benedetti “HAGAMOS UN TRATO”.
Compañera
usted sabe
que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.
Mañana espero llegar al puerto de Sagunto.

Espero que disfrutéis de la música y del poema.